-¿Cuál es la importancia de desmontar los discursos de la meritocracia en un país como México?
-Me parece que el tema es que esos mitos de la meritocracia o esa narrativa meritocrática, en general, impacta en la forma en que se legitima la desigualdad, se legitiman las brechas de desigualdad con las que estamos separados entre distintos estratos sociales, y pues al estar legitimadas de alguna manera eso puede desactivar que haya exigencias de algún tipo de cambios o por estrategias, digamos, para que la sociedad tome estrategias para que se puedan disminuir la desigualdad.
Es el punto donde lo objetivo y lo subjetivo se tocan: digamos, la parte subjetiva de las narrativas, al final de cuentas sí afecta a que no se exijan mayores políticas redistributivas, pues eso termina provocando que la desigualdad siga creciendo año con año, en el tiempo.
El espíritu del libro está detrás de decirle a la gente que durante toda la vida la han repetido, según la narrativa meritocrática, que era su culpa la situación de precariedad, de pobreza. El chiste es decir: 'pues no, tal vez no necesariamente es tu culpa, no es tu culpa'. Hay todo otro conjunto de factores estructurales, sociales, históricos detrás de la pobreza, detrás de la desigualdad y detrás de la situación que está viviendo cada persona.
-Las antítesis de esta 'meritocracia' han formado parte del discurso que nos llevó al cambio de régimen en el 2018 y que se profundiza en este 2024. ¿Lo consideras así?
-Las élites políticas de sexenios anteriores a Morena me parece que perdieron la legitimidad, tal cual, y por eso vemos muchos de los resultados actuales. Se profundizó la victoria de Morena ahora en 2024 justo porque parece que esas élites perdieron la legitimidad, y entonces justo se pierde la creencia en que merecen estar ahí, aunque también es parte de lo que habla el libro.
También hay un tema en el cual se ha enfocado mucho... la culpa de la pobreza en el país, incluso, o distintas situaciones de vulnerabilidad en el país, se ha enfocado a las élites políticas de esos sexenios, y me parece que no se ha enfocado tanto en las élites económicas que son transversales a los partidos políticos y a los sexenios.
Tenemos justo a la persona más rica del país siendo beneficiada por privatizaciones hace 20, 30 años, luego siendo beneficiada de distintas formas con proyectos de inversión pública, inversión de dinero público que se va al privado durante los sexenios del PRI y del PAN, pero también sigue estando ahí durante los sexenios de Morena.
Entonces me parece que es un tanto complejo porque justo parecía que la narrativa meritocrática sigue estando vigente en el imaginario de las personas para una parte de la élite económica. El gobierno se ha encargado de focalizar esas críticas a cierto empresariado y no a la totalidad del sector empresarial.
Ver a la desigualdad no solo como un tema de brechas, de que tanto nos separa unos a otros, sino como un tema de vínculos o un tema de conflictos incluso, conflictos de clase, y pues en ese sentido, algo que me parece que falta en las narrativas de los sexenios actuales, es hacer más énfasis en esa crítica al sector empresarial en su conjunto, ¿no?
-¿Consideras que el gobierno de López Obrador combatió a la desigualdad o combatió a la pobreza?
-Lo que diría es que parece que combate más a la pobreza que a la desigualdad... y al final de cuentas, cuando tratas de disminuir los indicadores de pobreza, los indicadores de desigualdad disminuyen, pues porque estás elevando la parte de arriba, y estás reduciendo las brechas. Pero muchas veces no es suficiente. La desigualdad es problemática.
El gran poder económico, que se puede acumular en pocas manos, se convierte al final de cuentas también en poder político e influencia política. Esto que le llaman la captura política. Entonces mientras no se acote la riqueza de los más ricos, o mientras siga aumentando la riqueza, la fortuna de los más ricos, que aumentó 50% en seis años durante el sexenio de López Obrador, pues ese poder económico, pues se acrecienta, se agrava.
En términos de desigualdad, parecía que efectivamente no, que ahí no se está combatiendo, aunque sí el tema de pobreza es complejo y digamos ahí hay resultados interesantes. Mientras no se tenga ese tipo de debates en los gobiernos y de manera consensuada en la sociedad, pues justo, la riqueza puede que siga creciendo durante los gobiernos incluso de izquierda en países como México y la captura política va a continuar a pesar de que haya buenos resultados en términos de pobreza.
-¿Cuál es el papel de los programas sociales en ese panorama?
-Es fundamental el papel. Los programas sociales han existido desde hace sexenios, desde hace décadas. Había un sociólogo de Costa Rica que decía que cualquier política social era mejor que ninguna política social, ¿no? Entonces, digamos, en ese sentido, definitivamente todo lo que ha habido es mejor a que no existiera nada, y mientras más política social se ha creado, pues mucho mejor, pero creo que importa mucho el tema del enfoque de la política social, y efectivamente durante sexenios anteriores el tema era que mucha de la política social de alguna manera fomentaban la estigmatización de las personas más pobres, pues justo estaban focalizados a la pobreza extrema, que incluía condicionalidades: 'como te doy el dinero, pero te obligo a que lleves a tus hijos a la escuela', 'te doy el dinero, pero te obligo a que vayas a revisiones en el centro de salud'.
Al final de cuentas, ignoraban que ese es un componente complementario al desarrollo social, en general: tener más hospitales de mejor calidad, mejores escuelas, mayor alcance en las escuelas. Las transferencias monetarias universales son parte de la respuesta, justo porque no estigmatizan, porque parten de que es un derecho, por ejemplo, con los autos mayores es un derecho que recibas una pensión, sea cualquiera tu situación, entonces en ese sentido está bien. La política social es un derecho y no lo que nos dice la narrativa meritocrática, no es una dádiva que le dan a las personas.
-Un tema relevante para los jóvenes actualmente... ¿perdemos la esperanza o mantenemos la esperanza de que en este México podamos llegar a tener una vivienda, una casa, un departamento chiquito?
-Primero que nada: hay que ver que no es nuestra culpa que no tengamos acceso a esas viviendas. Me parece que hay una esperanza, al menos en el sentido de que este tema es justo de los que más se debaten en la discusión pública. Y incluso se vio ahora en las elecciones de 2024 que es algo que ya lo tomaron dentro de su panorama de propuestas la mayoría de los candidatos, candidatas y gobiernos también.
El tema es cómo lo aborden y si las respuestas y las propuestas que hacen son suficientes y realmente van a cambiar la situación de la vivienda, de la crisis de vivienda, pero al menos ya está en su panorama. Yo creo que parte de la responsabilidad está para las personas jóvenes. Lo que se puede hacer es seguir incrementando esas exigencias para que justo el gobierno desmercatilice el acceso a la vivienda, que haya mayores opciones de vivienda social, que ya justo el gobierno federal empezó a hablar de esas opciones de vivienda social, pero algo mucho mayor, digamos... construir un millón de viviendas en México es completamente insuficiente, pero al menos ya va por ahí que los sistemas de vivienda social sean muy fuertes, sean amplios.
Entonces hay exigencias que urge seguir haciendo desde el lado de los movimientos sociales o de la acción colectiva y ahí pues va a depender mucho de los jóvenes seguir haciendo. En resumen, creo que hay buenas perspectivas si vemos que el tema pues es, insisto, cada vez más debatido públicamente y pues ya lo están tomando en cuenta las autoridades.