"Tiene que ser mía"
La hija mayor de Elena es una adolescente de rostro dulce y cabello negro. "A un muchacho de la mafia le gustó", cuenta la madre. "En una fiesta la miró y dijo: ella tiene que ser mía (...) Iban a ir por ella hasta mi casa y pues yo me salí antes", relata Elena, de 39 años, acopiando valor pues desde que huyó el pasado 30 de abril con su madre y otra hija de seis años, teme que las estén persiguiendo.
Nunca alertó a las autoridades de Acapetlahuaya (Guerrero), pues asegura que "están comprados" por criminales y denunciarlos sería una sentencia de muerte. En cambio retomó una idea que creía descartada: volver a Estados Unidos, donde nacieron sus hijas y vivió indocumentada hasta 2018, cuando fue deportada. "Quiero que el gobierno me dé ese asilo para estar a resguardo", afirma Elena, seudónimo para proteger su identidad.
Esclavizado
En Iguala, unos 100 kilómetros al este de Acapetlahuaya, la vida tampoco era apacible para Pedro, de 18 años. "Estaban peleando el pueblo los cárteles (...) casi era de todos los días que dejaban muertos en la calle".
Aprendiz de albañil, paseaba con un amigo cuando pistoleros en camionetas los "levantaron". Fue golpeado con un tablón en la cabeza y los pies y amenazado con machete, luego de lo cual se descubrió parte de una veintena de jóvenes esclavizados para trabajar "parcelas de droga".
"Nos amarraban para que no nos escapáramos (...) Toda la noche hasta que nos íbamos a trabajar", recuerda, con las muñecas aún llagadas. Tras seis meses, evadió la vigilancia y corrió casi cuatro días por montañas hasta Iguala.
Llegó a Tijuana hace un mes y busca asilo en Estados Unidos para encontrarse con familiares que viven en Florida. "(Quiero) salir de este país porque tengo miedo", dice. Unos 40 millones de personas de origen mexicano viven en Estados Unidos, fenómeno migratorio de más de un siglo marcado por razones económicas.
El flujo de desplazados por la violencia incrementó desde 2022, según José María García, administrador del albergue Juventud 2000.
"Todos los albergues de Tijuana se llenaron de esa comunidad", que en su mayoría busca protección en Estados Unidos, dice García. "Muchos de ellos ya no tienen nada a qué regresar", agrega.