Con base en estas orientaciones y, en el monitoreo del regreso a clases en las diversas entidades del país,la oficina de Naciones Unidas compate cinco acciones que deben robustecerse durante las primeras semanas de trabajo:
1. Trabajar con los aforos de asistencia recomendados, de acuerdo con la semaforización oficial. En ese sentido, es necesario proporcionar información fidedigna a las autoridades de los planteles y tomar decisiones focalizadas por entidad, región, zona escolar, nivel educativo, modalidad y tipo de servicio.
2. Promover de manera intensiva medidas concretas de higiene, saneamiento y seguridad, como el lavado de manos con agua y jabón, el uso de gel desinfectante, el empleo correcto de mascarillas (preferiblemente reusables y de tres capas), la implementación de estrategias de seguridad para el uso de los baños, entre otras. Aquí puede emplazarse una campaña informativa nacional aprovechando todos los medios electrónicos y digitales disponibles.
3. Hacer una evaluación periódica de riesgos escolares, que considere la identificación de síntomas en el alumnado y, ante la presencia de señales de contagio, efectuar pruebas que permitan localizar dónde existen los principales riesgos a mitigar. En este caso, vale la pena afianzar los apoyos entre autoridades locales, estatales y federales y ampliar los apoyos del sector salud, seguridad y la sociedad civil.
4. Acelerar e incrementar la preparación del personal educativo y de las familias en materia de educación en situaciones de emergencia, como protocolos de higiene, distanciamiento, ventilación, detección temprana de casos, asistencia socioemocional y actuación frente a los diversos escenarios posibles. Si bien se está trabajando en los Consejos Técnicos Escolares sobre estos aspectos, dos semanas de curso serán insuficientes para estar bien preparados ante los retos que se avecinan.
5. Impulsar acciones para atender a los grupos más vulnerables, como son los niños, niñas y adolescentes con discapacidad, los que pertenecen a minorías étnicas, los más pobres de regiones urbanas y rurales, los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo, los que habitan en zonas de conflicto o quienes han sufrido violencia o maltrato en el hogar.