En un carril confinado que abarcaba un trayecto de 19.4 kilómetros de longitud, con 36 estaciones —hoy son 30 kilómetros y 46 hasta El Caminero— el Metrobús desplazó a los microbuses que circulaban por aquella vialidad.
Los alcances
Desde sus inicios, una de las promesas del Metrobús fue ser un transporte con unidades de gran capacidad y tecnología de punta amigable con el medio ambiente, que lograría trasladar a un mayor número de usuarios, en un sistema mejor organizado y alineado con el ritmo de la CDMX.
“La verdad es que es un mecanismo ordenado, sincronizado, un mecanismo que no interfiere con el resto de la movilidad de las vías donde está trabajando como Insurgentes o Paseo de la Reforma; no obstante, no deja de ser todavía, en algunos casos, con vehículos contaminantes. Ese sería un paso que se tendría que dar. El sistema es un sistema seguro y le da mucha agilidad a la ciudad”, asegura Pablo Colás Murillo, presidente del Instituto Mexicano de Ciudades Inteligentes Sostenibles y Sustentables (IMCISS).
Para Desirée Martínez, expresidente de la Federación Internacional de Arquitectos Paisajistas (IFLA) y expresidente de la Sociedad de Arquitectos Paisajistas de México (SAPM), la integración del Metrobús contribuyó al transporte de personas con un formato ordenado, tanto de abordaje como de traslado, lo que contribuyó a disminuir el caos vial en CDMX.
En este punto, concuerda Arturo Aispuro, presidente de Manos al Futuro —una organización enfocada en la capacitación y certificación de los oficios— y director general de Soldi, empresa dedicada a desarrollar soluciones en infraestructura, al mencionar que el MB contribuyó a la homologación de atención y servicio del transporte público, antes sumamente fragmentado en prácticas y tiempo de vida útil del parque vehicular.
“No sólo representó la unificación y la consolidación por unidades de mayor capacidad y más eficiencia y más confort, sino también en la organización, que dejó de estar pulverizada para hacer un sistema más consistente”, señala.