Rastrear pese a la pandemia
El coronavirus no ha roto la rutina de Amada, quien a sus 49 años acude a diario a este basurero situado a espaldas del aeropuerto capitalino, para recoger plásticos y cartones que revende por 100 o incluso 200 pesos.
A la gorra, capucha y sombrero de paja que siempre lleva para protegerse del sol, ahora añade un cubrebocas para ‘espantar’ al COVID-19, aunque la prenda le provoca sofoco.
“Es demasiado cansado, es muy agotador. Ahorita con el cubrebocas, uno suda y sube todo el vapor. Estamos como sardinas aquí sudando”, cuenta.
Desde que llegó el virus al país, donde hasta el corte del miércoles roza los 500,000 contagios y los 55,000 fallecidos, se lava constantemente las manos y no teme infectarse, pues procura mantener “sana distancia” con sus compañeros.
Hasta ahora, las autoridades no reportan casos entre los 250 pepenadores que cada día entran al basurero. La mayoría de ellos se dedica a este trabajo por ‘herencia’ familiar.
