La interrupción "inédita" en el Senado
El obsequio a López Obrador quedó manchado por la protesta social. No fue la primera vez que irrumpe en el Senado, pero sí fue un inédito portazo que sacó a los legisladores de su casa legislativa y los hizo sesionar en el exilio, en la Casona de Xicoténcatl.
Cuando ya habían llorado en la tribuna y demandado "hacer las maletas con calzones" para ir al rescate del senador naranja Barreda, en una segunda sesión convocada para acelerar la Reforma Judicial, los senadores se vieron interrumpidos por el “portazo” de trabajadores judiciales que entraron a la fuerza a la sede legislativa.
Hombres y mujeres, trabajadores del Poder Judicial, “armados” con matracas, megáfonos, banderas de México, cornetas de las fiestas patrias, lograron forzar las rejas del búnker en que estaba convertido el Senado, y dieron "portazo" al estilo de la izquierda.
A patadas y empujones forzaron una puerta de vidrio –a falta de barretas y ganzúas, herramientas propias de las irrupciones– y a tropel, tras más de una hora de intentos, ingresaron al pleno del Senado, junto con la prensa, todos bañados en espuma de extintores, usados por personal de resguardo para repelerlos.
“¡Esta represión, es de López Obrador¡”, gritaron al recibir el maltrato, “¡sin violencia, sin violencia¡”, calmaron los ánimos.
Ya para cuando ingresaron al salón de plenos, aquellos que acostumbraban tomar tribunas salieron corriendo, superados en número por los inconformes, unas 300 personas, se fueron a sesionar a otra sede bajo resguardo policiaco.
Al menos cuatro personas resultaron lastimadas, tres caídas, uno, presumiblemente asesor de Morena, a punto del infarto, pero la protesta siguió.
Signo de los nuevos tiempos, sólo se quedaron a recibirlos panistas y emecistas, quienes siendo actualmente oposición acusaron persecución desde el poder. Volteados los papeles, el morenista Fernández Noroña, aquel que tomó tribunas, denunció desde la nueva sede que fueron víctimas de una irrupción violenta y exigió respeto y debate de altura.