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La industria de las telecomunicaciones y su dudosa legislación

La censura nunca será una respuesta para los retos que enfrentan las audiencias en materia de manipulación mediática.
mié 07 mayo 2025 06:01 AM
Las telecomunicaciones enfrentan incertidumbre
La acumulación de poder en un puñado de empresas de telecomunicaciones es la exhibición de un monopolio decadente, que invierte cualquier cantidad de recursos en derribar todo lo que represente amenazas para su negocio, apunta Alejandra G. Marmolejo.

La coyuntura política y de medios de las últimas semanas demuestran la necesidad de políticas públicas, o de vigilancia ciudadana, para el control de la desinformación que prolifera en plataformas digitales. Esta discusión está al margen de la censura y la libertad de expresión, y necesitamos reflexionar como ciudadanos acerca de los riesgos de mantener el estatus quo de las empresas de telecomunicaciones y de las plataformas digitales sin cuidar de las audiencias.

En la última semana, la agenda nacional ha estado saturada de información por la discusión de la Reforma de Telecomunicaciones y los recientes hallazgos del equipo de investigación de Carmen Aristegui por el caso #TelevisaLeaks. Las audiencias especializadas y los investigadores en materia de medios digitales hemos señalado que la concentración del poder distorsiona las necesidades de los ciudadanos en materia de plataformas digitales.

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Por una parte, tenemos la discusión sobre la Reforma de Telecomunicaciones que fue pausada por el Senado de la República la última semana de abril. El principal problema con este primer intento de modificación en la ley es, nuevamente, la concentración del poder ejecutivo. El borrador presentado en la Cámara de Diputados señalaba que la Agencia de Transformación Digital tendría la facultad de “bloquear temporalmente” a las plataformas digitales en caso de incumplir la ley. Pero nunca especificaron los parámetros de aplicación y qué significaba el escenario donde las plataformas digitales representen un riesgo para la población.

Si esto no fuera ya sobredimensionado, la Reforma también contemplaba “apagones” de la cobertura de internet para contrarrestar eventos que alteren la seguridad pública. Las estrategias que planteaban estas modificaciones a la ley son una exhibición de la concentración de poder en México, que es un nuevo normal dentro del aparato institucional despojado de organismos autónomos. La ciudadanía se enfrentaría a circunstancias de erráticas en la conexión a internet sin saber siquiera las razones de estas intermitencias en el servicio.

Los riesgos de censura y control absoluto se asoman debajo de la baja calidad de las legislaciones actuales, donde todo corre bajo el contexto del “fast-track” aprovechado por la mayoría absoluta en ambas cámaras. El poder legislativo no se detuvo hasta que se enfrentó a la rechifla generalizada de las audiencias y expertos en el tema de regulación en telecomunicaciones. En esta columna he pugnado por una revisión al alcance de las plataformas digitales, por el inminente peligro que corren las audiencias y la democracia. Es necesaria una reforma que fiscalice a las plataformas digitales por el uso indiscriminado de datos personales, y revelen los mecanismos de desinformación de gran alcance dentro de sus ecosistemas digitales.

Por esta razón la legislación debe hacerse con precaución, poniendo al centro a la ciudadanía. La censura nunca será una respuesta para los retos que enfrentan las audiencias en materia de manipulación mediática. El escenario actual es desfavorecedor para los intereses públicos, donde no existe una verdadera discusión por políticas públicas que fortalezcan a las audiencias digitales. Los ciudadanos seguimos expuestos a la manipulación dirigida por intereses privados, en medio de la concentración por el poder entre los poderes fácticos y las empresas de telecomunicaciones.

Por si no fuera poco, ahora tenemos la confirmación de lo que parecía un mito urbano dentro de las televisoras en México. La acumulación de poder en un puñado de empresas de telecomunicaciones es la exhibición de un monopolio decadente, que invierte cualquier cantidad de recursos en derribar todo lo que represente amenazas para su negocio. Claramente no están pensando en las audiencias: las están usando como activo fijo para seguir acumulando espacio en la industria de las telecomunicaciones. La complicidad con actores de gobierno revela la función de agencia que tienen estas empresas para lograr fines comunes, como la manipulación y el cambio en las actitudes políticas en las audiencias digitales.

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Decir que la creación de contenidos no es el verdadero negocio de las empresas de telecomunicación es una verdad velada de hace diez años, al menos. La solidez de sus finanzas se explica a través de la expansión en la participación de industrias complementarias, como el internet de banda ancha y los servicios satelitales de comunicación que son licitados por el gobierno federal. La verdadera revelación de la semana es que las audiencias están desprotegidas de sus derechos ciudadanos al acceso a la información: son víctimas de monopolios con objetivos perniciosos, y también están a expensas de legislaciones improvisadas que concentran el poder de un grupo político.

La conciencia sobre la desinformación, la alfabetización mediática y la discusión sobre los límites de las plataformas digitales ya son una necesidad de política pública, que pueden empezar a gestarse desde el emprendimiento social y las organizaciones civiles. No debemos permitir que esta conversación se detenga en un grupo de personas con las herramientas, y el alcance, para manipular a la ciudadanía. Necesitamos un enfoque crítico para proteger los intereses sociales, y de paso, evitar que la democracia se siga erosionando.

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Nota del editor: Alejandra G. Marmolejo es profesora de ciencias sociales en el Tecnológico de Monterrey y miembro del Observatorio de Medios Digitales . Síguela en Threads como @alegmarmo. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora.

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