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#ColumnaInvitada | Brechas de género en el sistema financiero

La reducida participación de las mujeres en el ámbito laboral afecta los ingresos y, en consecuencia, limita el acceso al conjunto de esquemas que provee el sistema financiero.
mar 02 mayo 2023 06:03 AM
#ColumnaInvitada | Brechas de género en el sistema financiero
La igualdad de género tiene en la inclusión financiera una importante tarea; las brechas están ahí y el reto es encontrar vías para disminuir el empleo informal y erradicar la violencia económica, apunta Claudia S. Corichi.

Las brechas de género tienen lugar en diversos espacios, pero se evidencian con gran intensidad en el aspecto económico: en el mercado laboral, en el nivel salarial, el trabajo de cuidados no remunerado y el sistema financiero.

La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) de febrero reportó 58.3 millones de personas ocupadas de las que 40% son mujeres (23 millones). A pesar de que la población de mujeres de 15 años y más es superior a la de hombres, tan solo 45% de ellas está en situación económicamente activa, un número reducido atribuible al trabajo no remunerado (las mujeres mexicanas pasan 40 horas semanales realizando labores del hogar o de cuidados) que obstaculiza incorporarse a un empleo.

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El incremento de mujeres en el ámbito laboral debe asumirse con reservas, porque si bien refleja una mejoría de la economía nacional en un periodo determinado, es posible observar una correlación entre el total de mujeres que se encuentran ocupadas y aquellas que están en la ocupación informal. Es decir, a mayor crecimiento de empleo femenino, mayor es el aumento en las tasas de informalidad nacional que alcanza el 56%, en gran medida consecuencia de la labor de cuidados.

La reducida participación de las mujeres en el ámbito laboral afecta los ingresos y, en consecuencia, limita el acceso al conjunto de esquemas que provee el sistema financiero; la persistencia de la violencia económica empeora el cuadro.

El Banco Mundial define a la inclusión financiera como el acceso que tienen las personas a diversos productos y servicios financieros útiles y asequibles que atienden sus necesidades (transferencias, pagos, ahorro, crédito y seguros). Como casi todos los aspectos de la vida, la pandemia también trastocó los esfuerzos institucionales que promovían la entrada de mujeres a mecanismos y herramientas financieras.

Entre 2018 y 2021 la población adulta que contó con al menos un producto financiero pasó de 54 a casi 57 millones, un magro crecimiento de apenas 3 millones en ese período; en 2021 el 61.9% de las mujeres contaban con alguno de esos medios, una caída de 3.3 puntos porcentuales respecto a lo observado tres años antes, según la última Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF). La proporción de hombres que tuvieron acceso a productos financieros fue de 74.3, ampliando notablemente la brecha a 12.4 puntos porcentuales respecto a las mujeres. En las Afores la brecha es de hasta 18 puntos.

En cuanto a “comportamientos financieros” la ENIF señala que las mujeres tienen un porcentaje más alto frente a los hombres en llevar un registro de los recibos, hacer anotaciones de los gastos y llevar un presupuesto o registro de sus ingresos.

Miles de ellas son víctimas de violencia económica cotidianamente mediante el uso, manejo o control de cuentas bancarias o tarjetas de crédito sin su autorización, vigilar sus gastos, persuadirlas de abrir cuentas bancarias y disponer del dinero obtenido como producto del trabajo, entre otras vejaciones.

El objetivo 6 de la Política Nacional de Inclusión Financiera propone “realizar acciones dentro de las instituciones financieras privadas y públicas para incrementar la inclusión financiera de las mujeres”, y establecer como línea de acción “la obligatoriedad a las instituciones de la banca de desarrollo de diseñar y operar programas o productos dirigidos a las mujeres”.

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El trabajo no remunerado que se realiza en el hogar, la precariedad laboral caracterizada por la informalidad y bajos salarios, así como la violencia económica que se ejerce contra las mujeres cotidianamente, resultan en conjunto un círculo vicioso que les dificulta en extremo la obtención de ingresos. Ante ello se abren opciones complejas y riesgosas: solicitar préstamos o microcréditos fuera del sistema financiero formal caracterizado por el enorme riesgo y altas tasas de interés, u ocuparse en empleos temporales mal pagados que les provean de ingresos mínimos para la manutención familiar.

Todo lo anterior se traduce en obstáculos estructurales que dificultan la inclusión financiera, el emprendimiento, la inversión en un pequeño negocio (mipymes) o el involucramiento en actividades productivas. De esa estructura desigual se explica también el número limitado de mujeres al frente de negocios, comercios o empresas en nuestro país.

Los apoyos sociales otorgados por los gobiernos se convierten así en un auténtico bálsamo para muchas familias encabezadas por mujeres, porque además de recibir ingresos les permite contar con una tarjeta bancaria, sin embargo, no resuelve su exclusión del sistema financiero, provocando mayores niveles de pobreza y marginación.

La igualdad de género tiene en la inclusión financiera una importante tarea; las brechas están ahí y el reto es encontrar vías para disminuir el empleo informal y erradicar la violencia económica. Lograr la autonomía financiera se hace indispensable para mejorar el bienestar en igualdad.

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Nota del editor: la autora es titular de la Unidad de Igualdad de Género y Cultura de la Fiscalización de la ASF. Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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