A pesar de todas estas diferencias el mundo postindustrial de Occidente ha arribado a un consenso sobre la relación entre el trabajo y el placer.
Desde las reformas hechas por el Canciller Bismarck en Alemania se ha impuesto la idea de que el trabajo no determina todo lo que es una persona. Hoy se considera que existe una esfera fuera del ámbito del trabajo que es primordial para la vida humana.
Lo que se conoce como los derechos humanos de segunda generación o socioeconómicos, son los que han dado vigor a la civilización occidental en las últimas décadas porque se fundan en la necesidad del ser humano para la recreación.
El derecho a las vacaciones pagadas es uno de ellos. Es importante establecer que las vacaciones no son sólo un derecho laboral sino que su disfrute es necesario para el buen funcionamiento de todo individuo en sociedad. Trabajadores que no tengan el descanso y recreación necesarias no podrán contribuir plenamente a la construcción de un orden social en el que reine la convivencia armoniosa.
"Las vacaciones no solo son un derecho laboral", Gustavo de Hoyos
Aunque no es ni remotamente la única explicación, se podría suponer que la explosión de los populismos modernos en el planeta tienen una de sus causas en las condiciones degradantes en que viven millones de trabajadores en las sociedades postindustriales.
El caso de México debe considerarse paradigmático. Sabemos por diferentes mediciones que los empleados mexicanos son de los más trabajadores del mundo y, no obstante, su nivel de productividad es muy baja en términos comparativos.
Las razones de este fenómeno son muy complejas, pero no se puede eliminar del análisis el efecto negativo que causa el cansancio de un trabajador. En efecto, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el estrés laboral produce pérdidas de entre el cuatro y seis por ciento del Producto Interno Bruto a nivel nacional.
Es una dolorosa realidad que el promedio de los trabajadores mexicanos disfrutan de menos días de vacaciones, ya no digamos en referencia con las naciones más desarrolladas, sino incluso en comparación con países de menor o parecida capacidad económica, como Nigeria o Uganda en África, o como Brunei, China, Filipinas, Malasia o Tailandia, en Asia, para referirnos sólo a países que conforman el grupo de economías con menos de nueve días anuales de vacaciones.
Si se contrasta con América Latina la situación empeora. De acuerdo con un atinado comunicado publicado recientemente por la Coparmex, "bajo la regulación actual, un trabajador en México debe pasar 45 años continuos trabajando en una misma empresa para igualar el período vacacional al que tiene derecho la fuerza laboral de Panamá o Nicaragua, o bien destinar 10 años de la vida laboral en una sola compañía para equiparar el mínimo legal en Chile, Colombia, Ecuador, Venezuela o Bolivia".
Esta situación es insostenible en términos económicos, pero sobre todo éticos. El cambio debe ser inmediato, pues no es compatible con la visión de un México próspero, democrático y civilizado al que muchos aspiramos.