Desde el inicio del sexenio, la política energética ha sido clara. Las prioridades son aumentar la producción de petróleo y gas, así como la de combustibles en las refinerías para alcanzar la autosuficiencia energética, con ideas similares a las que aplicó el presidente Luis Echeverría entre 1970 y 1976.
Esta preferencia por los hidrocarburos puede ser calificada como anacrónica y contraria a los compromisos ambientales vigentes, en especial considerando que seis de los más importantes fabricantes de autos planean dejar de producir vehículos de combustión fósil para el año 2035.
A pesar de lo anterior, el gobierno insiste en cumplir su visión, cuyo símbolo político es la culminación de la refinería Olmeca en Dos Bocas, Tabasco, la cual está próxima a inaugurarse.
Para el presidente López Obrador, la era del petróleo no ha terminado y la crisis actual confirma que el mundo no está preparado para abandonar esta fuente de energía. En lo que a México se refiere, el país está muy lejos de lograr las condiciones necesarias para llevar a cabo con éxito la transición energética y disminuir su demanda de combustibles fósiles.
Si consideramos que, de acuerdo con cifras del Inegi, hay más de 34 millones de automóviles registrados en circulación y que durante 2021 las ventas de vehículos híbridos y eléctricos representaron el 5% de las ventas totales de vehículos ligeros, hay pocas razones para pensar que la gasolina y otros petrolíferos dejarán de ser relevantes en los próximos años.
Ante esta situación, algunos podrían argumentar que la apuesta del gobierno por refinar más es atinada y estratégica, pero desafortunadamente la evidencia disponible indica lo contrario. Para que la nueva refinería sea rentable se tienen que cumplir supuestos que al día de hoy parecen inalcanzables.
Al respecto, un estudio del IMCO señala que el proyecto tiene tan sólo un 2% de probabilidad de ser rentable. El gobierno supone que para 2024 la producción de petróleo alcanzará 2,000 barriles diarios, un 22% más de lo que actualmente se extrae, de los cuales 340,000 tendrían como destino Dos Bocas.
Esto último implicaría una utilización del 100% de su capacidad, cifra difícil de alcanzar considerando que actualmente las refinerías del país operan al 54% de capacidad y el promedio mundial ronda el 80%.
Ante las pocas posibilidades de lograr que la nueva refinería sea rentable, vale la pena preguntarse qué decidirá al respecto quien gane las próximas elecciones. Si ocurre el escenario más probable al día de hoy de que Morena conserve la presidencia, ¿habrá continuidad en la política energética o un cambio de rumbo? ¿Se tomará en cuenta el hecho de que la mayoría de los mexicanos aprueba la obra para decidir su futuro? ¿Se seguirá gastando dinero del presupuesto en Dos Bocas?
Por otra parte, también habrá que ver cuál es la oferta política de la oposición al respecto: ¿utilizarán como bandera política cancelar la obra, tal como AMLO hizo con el aeropuerto? ¿Se limitará el uso de hidrocarburos para cumplir con los compromisos ambientales? ¿Se ofrecerá algo distinto a la visión de país plasmada en la Reforma Energética de 2013?