Tres transformaciones

Como quien tira una ficha de dominó que sin querer lleva a la caída de muchas otras, los dos primeros años de López Obrador desencadenaron tres cambios inesperados.
El presidente López Obrador ha modificado aspectos generales de la política.

La mayoría de los análisis de lo que ha pasado en estos primeros dos años de López Obrador se centran en datos medibles de corto plazo.

Así es como sabemos que, hasta antes de la pandemia López Obrador había reducido la pobreza laboral (

), aumentado los ingresos de los trabajadores de clase media ( ) y aumentado la recolección de impuestos ( ).

Y así es como sabemos que esas acciones resultaron profundamente insuficientes cuando una pandemia global afectó a México. Hoy, México enfrenta la crisis más fuerte del último siglo, contamos con 220 mil muertes en exceso (

), y López Obrador sigue rehusándose a usar cubrebocas por razones científicamente desconocidas.

México requería una inversión sin precedente en salud, ampliar los programas sociales para los afectados por la pandemia, y una comunicación directa sobre las medidas de sanidad. En cambio, López Obrador decidió ser leal a seguir el camino que se fijó en 2018, cuando México y el mundo eran otros.

Así, en plena pandemia el gasto en salud fue de similar al de 2015 (

), no hubo un solo programa que asistiera a los desempleados de la pandemia ( ), y se continuó comunicando con una larga conferencia diaria de una hora por las tardes.

La testarudez de López Obrador, una característica personal que le sirvió para llegar a la Presidencia, resultó su peor enemiga. No supo cambiar de rumbo ante las inclemencias.

Como quien tira una ficha de dominó que sin querer lleva a la caída de muchas otras, esta testarudez ha dejado tres cambios profundos en México que continuarán marcando a nuestro país con o sin López Obrador.

Primero, la estatización de la política. Los gobernadores han comenzado a cuestionar su papel en la federación, convirtiéndose en interlocutores y contrapeso de López Obrador. En el 2000, los gobernadores dejaron de ser dependientes de la federación para convertirse en extorsionadores de la federación, vendiendo su apoyo a cambio de favores y dinero. En 2020, los gobernadores se encontraron con un gobierno federal sin disposición a negociar.

El resultado es una separación entre federación y estados como no se había observado antes, y el aumento de la temperatura en la política local. Los principales políticos de este país vendrán de estados. Y no como antes, tan solo del gabinete federal.

Esta transformación inesperada, detonada por la inicial rudeza con la que López Obrador trató a los gobernadores y su falta de interés en negociar, llegó para quedarse.

Segundo, el resurgimiento de los militares como una fuerza real. México había mantenido al Ejército enfocado en combatir al crimen organizado y otorgar asistencia social en desastres. La falta de presupuesto de López Obrador y su desconfianza de la iniciativa privada lo ha llevado a depender mucho más del Ejército.

En lo personal no considero negativo que el Ejército se ponga al uso del estado, era una fuerza en extremo desocupada y costosa. Cientos de jóvenes en capacidad de trabajar y bien entrenados que podrían hacer mucho más que solo estar en cuarteles.

El problema es que la rapidez con la que se hizo el cambio y la falta de requisitos de transparencia hacia los militares puede estar creando fuertes cotos de poder que lleven, eventualmente, a mucha corrupción e incluso, a una dependencia del gobierno civil hacia las fuerzas militares. El caso de Cienfuegos es preocupante, pues parece mostrar un primer dejo de esta dependencia.

Aún sin López Obrador, puede que el Ejército ya no vuelva a ser lo que era antes, pues ya habrá probado las mieles del poder y la influencia en muchos ámbitos.

Finalmente, el sistema de partidos. López Obrador ha sido exitoso en consolidar un sistema bipartidista donde la figura central de juego político es él. El desprestigio de partidos pasados y el corto tiempo que lleva gobernando Morena probablemente jugarán en su favor y harán que muchos votantes le den el beneficio de la duda.

El que la mayoría de los partidos políticos opositores hayan bailado al son que López Obrador les tocó, y se hayan puesto el disfraz de PRIAN que Morena cuidadosamente les tejió, es una victoria política para López Obrador. Por separado, los partidos opositores probablemente habrían tenido menor capacidad para ganar en 2021, pero se hubieran comprado la capacidad de seguir vivos en el largo plazo.

Así, López Obrador probablemente no sea recordado como un presidente de amplios logros, pero sí será recordado como un parteaguas para la relación federal, el papel del ejército y el sistema de partidos.

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Nota del editor:

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