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Los abusos de Felicien Kabuga en Ruanda

Kabuga nos recuerda en estas épocas de crecientes maniqueísmos, populismos y nacionalismos lo peor del ser humano: el odio hacia el otro, el deseo de su sufrimiento, la misión de anularlo.
mié 02 septiembre 2020 11:00 AM
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Felicien Kabuga.

Poco se conoce en México sobre África. Durante 14 años de catedrática, a los alumnos de último semestre de relaciones internacionales les hacía el primer día de clases un cuestionario. Entre las preguntas, les pedía que nombraran 10 países de África. Durante todo ese tiempo, solo tres alumnos pudieron hacerlo. Después de evidenciar sus respuestas en el examen, me pedían recomendación para su primera aproximación sobre el continente. Mi respuesta siempre era la misma: lean Ébano, de Ryszard Kapuscinski.

Evidentemente, no se puede conocer una realidad tan profunda, compleja y diversa en una lectura, pero al menos esa narrativa de la vida como periodista en África del autor de 1957 a 1990 es un buen pincelazo de Camerún, Eritrea, Etiopía, Ghana, Liberia, Mali, Mauritania, Nigeria, Ruanda, Senegal, Somalia, Sudán, Tanzania y Uganda, además de reflexiones generales sobre la historia, cultura y el ser africano.

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Los números no mienten: África es el continente menos visitado por los mexicanos, el comercio de nuestro país con ese continente es menor al 0.5% de nuestro comercio total global. Exportamos alrededor de 500 millones de dólares e importamos 850 al año (solo para orden de magnitud, con nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, comerciamos un millón por minuto).

Tenemos ocho embajadas en los 54 países africanos: Argelia, Egipto, Etiopía, Ghana, Kenia, Marruecos, Nigeria y Sudáfrica, el 85% de las demás sedes se cubren a través de concurrencias.

Por ejemplo, nuestra Embajada en Argelia es concurrente ante Libia, Túnez y Mauritania; y la de Sudáfrica lo es ante Angola, Botswana, Esuatini o Suazilandia, Lesotho, Madagascar, Malawi, Mauricio, Mozambique, Namibia, Zambia y Zimbabwe. Hoy, por falta de recursos, ni siquiera los embajadores concurrentes pueden visitar todos los países donde nos representan.

Recordé lo mutuamente desconocidos que somos, con motivo de la noticia que pasó desapercibida en nuestro país respecto de la aprehensión del principal financiador del genocidio en Ruanda de 1994, donde perdieron la vida más de 800,000 personas en tres meses, el 70% de los Tutsis (pueblo de los grandes lagos y minoría étnica), masacrados por los Hutus (que son el 90% de la población ruandesa), y que encima violaron a entre 300 y 500 mil mujeres y niñas de la tribu contraria. Uno de los actos más atroces y denostables de la historia de la humanidad.

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Felicien Kabuga no solo fue el hombre del poder económico detrás de estos deleznables actos, a quien se le atribuye haber importado y distribuido en el país 500 mil machetes que fueron utilizados para torturar y matar, sino que era el presidente y verdadero dueño de la “Radio Televisión Libre de las Mil Colinas” que fue la autora del discurso masivo de odio, y de la segregación racial y cultural en contra de los Tutsis.

Este extremista y xenófobo que recién cumplió 87 años, está vinculado también a decenas de muertes de opositores a su movimiento y denunciantes de sus atrocidades, y fue capaz de moverse durante un cuarto de siglo con recursos, corrupción y utilizando nombres falsos para él y su familia, tanto en África como en Europa, no obstante la orden de captura internacional que pesaba en su. contra.

El pasado 16 de mayo fue detenido por las autoridades francesas en Asnières-sur-Seine y tendrá que responder por crímenes de lesa humanidad ante el Tribunal Penal Internacional para Ruanda, con sede en Arusha, Tanzania, que fuera creado por la resolución 955 del Consejo de Seguridad de la ONU para “perseguir, arrestar, juzgar, condenar y ejecutar a los autores del genocidio ruandés”.

Y no obstante la palabra “ejecución” del mandato de este órgano, tiene vetada la pena de muerte, pero ha sido capaz de imputar sentencias que han ido de 15 años de cárcel a cadena perpetua a 14 de los implicados y condenados por los crímenes genocidas.

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Kabuga nos recuerda en estas épocas de crecientes maniqueísmos, populismos y nacionalismos lo peor del ser humano: el odio hacia el otro, el deseo de su sufrimiento, la misión de anularlo.

También recuerda, lo lejanos que estamos de África. Y no lo digo por los 15 mil kilómetros o las 16 horas de vuelo. El reconocimiento en diciembre pasado por parte del Congreso mexicano de la población afromexicana como parte integral de nuestra nación, es un avance. Pequeño, pero avance al fin.

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La autora fue servidora pública por más de 25 años, ex-Subsecretaria de Relaciones Exteriores, Sedesol, Hacienda y Senadora con Licencia.

Nota del editor: las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.

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