En este tiempo, en el que nos vimos en la necesidad de quedarnos dentro de casa, también se hizo patente el daño a nuestros ecosistemas, resultado de miles de años de explotación. Recordemos las hermosas escenas de Venecia o el mar de Acapulco, con aguas cristalinas y colores vivos al cesar el tránsito de seres humanos, evidenciando el daño que hemos hecho, por lo que se vuelve primordial fomentar el cuidado del medio ambiente.
También hemos tenido que replantear las necesidades laborales, además de enfrentarnos desde el Congreso con un déficit de armas legislativas para actuar y que ha sido posible ir solventando con la aprobación de la realización de sesiones virtuales tanto en Comisiones como de Pleno y para lo cual fue necesario modificar nuestras propias reglas.
La Ciudad de México que todos conocemos tiene un alto número de población en movimiento constante, con largas jornadas de trabajo, un alto porcentaje de pobreza y trabajo informal, transporte público insuficiente y una alta contaminación ambiental, por lo que, esta pandemia nos deja una gran tarea para reorganizar nuestras vidas.
Esta nueva normalidad no debe terminar cuando tengamos una vacuna, más bien debe ser el detonante de un cambio de paradigma en el que se reorganicen acciones para evitar las horas pico y el hacinamiento en el transporte público, disminuir el uso del automóvil y tener jornadas de trabajo que permitan a las personas realizar otras actividades recreativas para estar saludables física y mentalmente.