Sí, es cierto, hace un año un candidato inagotable consiguió aquello que México tenía tiempo sin ver: una mayoría absoluta el día de la elección. Millones de caras esperanzadas por un hombre con diagnóstico claro y respuestas sencillas le dieron su confianza para que enfrentara la complejidad de gobernar un país como México y definiera un nuevo rumbo.
En circunstancias ordinarias, un cumpleaños sería motivo de celebración; sin embargo, esta ocasión es distinta: si bien no tenemos pastel ni Mañanitas, sobran el desconcierto y las tendencias negativas.
Ante todo, lo más preocupante es el descuido con el cual arma y desarma instituciones. Mostrando desinterés por todo el esfuerzo y los años que conllevan la generación y el fortalecimiento de un órgano institucional, o por los funcionarios preparados que con esmero han brindado orden y dirección, inmoviliza su maniobra argumentando austeridad, controla su ejecución insertando perfiles de dirección sin experiencia, o simplemente los desaparece, como ha sido el caso del INIFED, el Instituto Nacional del Emprendedor y ProMéxico, entre otros.
Diría la canción: ¿y todo para qué? Concretamente, dos cosas: tener mayor capacidad de gasto social y rescatar a Pemex –postergando a México como petroestado en un mundo que, cada vez a pasos más acelerados, quiere deslindarse del petróleo–.
La centralización de las compras públicas por parte de Hacienda también ha sido motivo de angustia: no solamente ha mantenido en suspenso a miles de pacientes con el abasto de sus medicamentos, sino que por poco deja a millones de niños sin libros de texto para el próximo periodo escolar. Afortunadamente, la SEP firmó un convenio con la Sedena y la Semar para garantizar la distribución de estos libros a tiempo y la renuncia de Germán Martínez como director general del IMSS evidenció la crítica situación por la cual atravesaba la compra y distribución de medicamentos, logrando que el gobierno federal intercediera.
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En medio de una parálisis debida a un flujo torpe de recursos, el Estado ha tenido que buscar alternativas extraordinarias para asegurar lo que el año pasado era ordinario.
Dos pilares esenciales para cualquier sociedad, la inseguridad y la economía, también muestran señas de empeoramiento.
Por un lado, aunque se haya afirmado en alguna Mañanera que la tendencia de homicidios iba a la baja, según los propios datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, entre diciembre y mayo de 2019 se ha registrado un incremento de 5.4% respecto a 2018, año que fue considerado el más violento en dos décadas.
Aunado a esto, también se han dado alzas en materia de secuestro y feminicidio. Por si fuera poco, un estudio realizado entre la Universidad de San Diego, la UNAM y otras universidades mexicanas descubrió una realidad desalentadora: cada vez son menos municipios los que no registran asesinatos.
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La economía, por su parte, si bien no ha entrado en una recesión, es evidente su estancamiento: México fue de las economías con peor desempeño del PIB, dentro del G20, en el primer trimestre del año (junto Turquía, Italia y Sudáfrica).
En términos generales, contrastando con 2018, únicamente crecimos 0.1%. Por lo mismo, no es de sorprender que calificadoras, instituciones financieras internacionales, el Fondo Monetario Internacional, la OCDE o el propio Banco de México hayan reducido su pronóstico de crecimiento para nuestro país en repetidas ocasiones; si a inicios de 2019 el mejor escenario para México era crecer 2.5% (aún por debajo de la mítica cifra de 4% que defiende Presidencia), hoy el peor vaticina solamente 0.5%.
Lamentablemente, esto se entiende cuando sumas otros indicadores; por ejemplo, en mayo se ligaron 10 meses de contracción en la generación de empleos y durante enero y marzo la Inversión Extranjera Directa cayó 19.1% a en tasa anual.
Mientras que el comportamiento del presidente no genere confianza para los inversionistas, respetando el Estado de derecho y garantizando certidumbre jurídica, como le solicitó el Consejo Coordinador Empresarial durante a firma del Acuerdo para Promover la Inversión y el Desarrollo Incluyente, difícilmente revertiremos esta tendencia.
Con estas promesas e inacciones lo único que logra el Presidente de México es devaluar la palabra, si, la palabra del jefe del estado mexicano.
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