#VocesADN |Crítica estéril, marchas y la lección de Venezuela
Nota del editor: Don Porfirio Salinas es híbrido de política, iniciativa privada y escenario internacional. Priista orgulloso de “el valor de nuestra estirpe” (Beatriz Paredes dixit); y antagónico al Peñismo, contrario a esta estirpe. Convencido de la política como instrumento de construcción de país, desde cualquier trinchera. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
CIUDAD DE MÉXICO (ADNPolítico).- México está viviendo un clima de encono cada vez más agudo. El discurso de chairos y fifís se ha fortalecido a medida que pasan los meses desde la instauración de la 4T. La minoría que no apoya al presidente, y la mayoría que lo encumbró, actúan cada día con más víscera y menos argumentos.
Las críticas al gobierno se vuelven más ácidas, pero también menos argumentadas. Poco a poco va saliendo más la fobia que sienten algunos por su llegada al Poder. Se recrudecen los señalamientos y los discursos de coraje.
Lamentablemente, la oposición y los críticos no han entendido algo fundamental: el presidente sigue gozando de un amplio apoyo social, y su diagnóstico sobre la situación del país en los últimos años sigue siendo certero y vigente.
Algo que tampoco parecen entender, particularmente algunos núcleos, es que ningún actor cuenta con la credibilidad o legitimidad social suficiente para ser contrapesos válidos del gobierno. Y eso permite que el presidente les revire sus señalamientos, aunque él no tenga razón.
Pareciera que quienes más intensa vuelven la crítica, son quienes más de acuerdo estuvieron con los gobiernos anteriores. Eso, de entrada, ya los descalifica a ellos mismos. Los deja sin armas reales para hacer escuchar sus señalamientos.
Lo que le está faltando a los más visibles opositores y críticos es reconocer que el país llegó a la situación actual, precisamente porque muchos de ellos ayudaron activamente a construir esta realidad. Y es justo eso lo que permitió que el presidente ganara con la contundencia que ganó.
Lo que le está faltando a esos opositores y críticos es una confesión de parte. Es reconocer en qué se equivocaron y demostrar que entienden las consecuencias de esos errores. Sólo así lograrán que la sociedad los escuche, y tome en cuenta sus críticas.
Pero algo que también está faltando, y es urgente, es que nos olvidemos ya de la crítica por la crítica. Que entendamos que como sociedad hemos desperdiciado demasiado tiempo con críticas carentes de cualquier tipo de propuesta.
Esa posición reactiva, de señalar las culpas del gobierno, no aporta al país. Y en el contexto político y social actual, sólo tiende a encapsularse y radicalizare cada día más, nulificando cualquier posibilidad de incidencia positiva. Y fortalece las posturas gubernamentales, buenas o malas.
Es momento de que se empiece a pensar y actuar con estrategia. Antes de señalar los errores actuales, se debe reconocer de dónde vienen los problemas más profundos. Sólo así habrá una base sólida para cuestionar lo actual.
Definitivamente, el gobierno está contribuyendo de manera muy importante a profundizar la polarización; es lo que más le conviene. El grupo social más grande respalda al gobierno. A mayor polarización, mayor marginación de la minoría crítica.
Si quienes hoy señalan y critican al gobierno realmente buscan hacer un bien al país, y no solo desahogar su coraje, entonces deben cambiar de fondo.
El día de ayer se realizó una marcha, convocada en redes sociales, para manifestarse contra el gobierno. No fue tan nutrida como algunos esperaban. Pero cumplió el objetivo de mostrar cierto grado de organización.
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Si los esfuerzos críticos se encauzaran en organizar a la sociedad, en construir ciudadanía activa, en generar sinergias, en producir propuestas, y en identificar qué se puede hacer desde la trinchera de cada uno para mejorar al país, el gobierno no tendría más opción que escuchar y atender.
Mucho se ha hablado de Venezuela últimamente. La crisis que atraviesa el país es la más profunda en su historia reciente. El nivel de autoritarismo de Maduro, los abusos, la corrupción y la opresión están dilapidando a un país que llegó a ser referente de éxito en América Latina.
Lo que no se analiza ni se dice, es que Venezuela no llegó a esta realidad sólo por los malos gobiernos de Chávez y Maduro. Venezuela llegó a donde está porque se le permitió. Nadie reaccionó a tiempo, y cuando reaccionaron, lo hicieron de la peor manera posible.
La oposición de Venezuela ha jugado un papel fundamental en llegar a esta crisis. Los opositores han actuado de manera individualista, con afanes de protagonismo, totalmente desunidos, y sin un discurso de país. Eso, obviamente, mermó cualquier posibilidad de contrapesos.
Hoy en México, el gobierno ha entrado en una vorágine de señalamientos y está cometiendo errores muy importantes, tal vez por el capricho de probar que son distintos a los de antes. Pero ha sabido aprovechar y fortalecer su amplísimo apoyo social.
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Si entendemos que las premisas de este gobierno sobre corrupción, sobre injusticia social, sobre abusos y desigualdad son los problemas reales del país, podremos entender que su apoyo social está justificado, aunque sus acciones sean incongruentes con su propio discurso.
Es crucial que se entienda el porqué del apoyo social al presidente, para construir narrativas y acciones que legitimen a los opositores, y que evidencien las incongruencias. Además de aprender a actuar en unidad para tener la capacidad de sentar al gobierno a dialogar.
Venezuela se salió de control porque nadie quiso actuar. Sólo se dedicaron a quejarse, a cuestionar, y a hacer marchas y más marchas. Es evidente que nada de eso ha servido.
En México estamos a tiempo de corregir el rumbo. Estamos a tiempo de acotar el potencial de autoritarismo. Estamos a tiempo de cambiar como sociedad.
Pero, ¿estamos dispuestos a trabajar ya por el país, o preferimos la postura fácil de criticar sin proponer, de marchar sin hacer, y de seguir dejando que se desmorone el país?
México ha sufrido el individualismo y apatía de su sociedad muchos años, como Venezuela los sufrió y llegó a su crisis actual. Las señales están claras, ojalá queramos verlas.