OPINÓN: López Obrador, ¿la vuelta al pasado o el regreso al futuro?
Nota del editor: Marco A. Morales es Investigador Afiliado al Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Su cuenta de Twitter es @marco_morales . Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(ADNPolítico) – De alguna manera, desde los tiempos del autoritarismo priista no teníamos una elección tan cantada como la de este 1 de julio. De hecho, las únicas elecciones inciertas en tiempos recientes eligieron a candidatos del PAN en 2000 y 2006.
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En más de una forma, la victoria de López Obrador en la coyuntura política de 2018 reorganiza el futuro para volverlo como el pasado. De la misma forma, puede ser también el inicio de un futuro aún por definir en una “izquierda a la mexicana”: poco moderna, poco socialdemócrata, poco de avanzada, nacionalista y parroquial. La izquierda progresista abandonó esas tendencias hace medio siglo en Europa y hace un par de décadas en América Latina.
Pero más allá de lo que López Obrador y su movimiento puedan representar para México, la elección presidencial genera cuatro reflexiones.
OPINIÓN: La última alternancia
Primero
Las campañas poco influyeron en el voto. A pesar de los muchos intentos de 'comentócratas' y campañas por convencernos de “movimientos” en la intención de voto por presidente, los múltiples agregadores de encuestas mostraron consistentemente que desde febrero no hubo estadística seria que pudiera demostrar “cambio” en intención de voto durante la campaña.
En otras palabras, tres meses de campaña no sirvieron realmente de mucho. Quien llegó a marzo sabiendo por quién votaría no cambió su intención y quien sabía que no votaría tampoco cambió de opinión.
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En realidad, la única incógnita anoche fue si López Obrador ganaría la elección con mayoría absoluta o no. Consistentemente, los agregadores estimaron que la proporción de voto estaba entre 45% y 55% de los votos. El PREP y el Conteo Rápido minimizaron esta incertidumbre hasta que tengamos el conteo oficial.
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Segundo
Los tres grandes partidos se colapsan. En esta elección, PRI, PAN y PRD perdieron la presidencia … y perdieron el partido.
Con toda claridad, la candidatura de José Antonio Meade sucedió al costo de los grupos más tradicionales del PRI que tras bambalinas fueron dejando de respaldar a su candidato y a negociar su propia supervivencia en “Por México al Frente” y en Morena.
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La salida de Margarita Zavala – y el calderonismo – del PAN, y los métodos poco amistosos de Ricardo Anaya para obtener la candidatura a la presidencia, contribuyeron a adelgazar a un partido que ya había empezado a demostrar su debilidad a nivel local.
Durante los últimos seis años, el PRD fue perdiendo “cuadros” a Morena y, con ello, una buena parte de las prebendas que han ayudado al partido a mantener equilibrio en sus corrientes. Sin recursos que repartir, y con menos posiciones que generen financiamiento y prebendas, el PRD tiene su días contados como una fuerza política nacional.
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Los resultados del PRI y “Por México al Frente” en la elección presidencial, y en las gubernaturas y elecciones locales, muestran la dimensión del declive. A partir del próximo año, su financiamiento regular va a reflejar los paupérrimos resultados en esta elección. Serán los tres, pues, partidos pobres y sin militantes. Las pérdidas de los tres grandes fueron, sin duda, la ganancia de Morena.
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Tercero
El pragmatismo como lenguaje político del futuro. A diferencia de las anteriores, en esta campaña López Obrador se ha distinguido por su pragmatismo. Su organización política ha crecido consonante con ese mismo pragmatismo. Además, con una ventaja importante: la supervivencia política de muchos gobernadores depende de ello.
López Obrador asumirá el poder con varios nuevos gobernadores de su partido, pero también con gobernadores de otros partidos con pocos incentivos a responder a dirigencias nacionales. Los partidos tradicionales tienen poco que ofrecer y mucho menos que garantizar.
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López Obrador, por su parte, tendrá la llave para que fluyan los presupuestos a los estados. Varios gobernadores del PAN han manifestado ya su deseo de “trabajar con él”. El pragmatismo 'lopezobradorista' garantiza que la afinidad natural con los gobernadores del PRD – que alimentan Morena – y con los del PRI – vinculados hoy con personajes notables en Morena – rinda frutos. Controlando gobernadores, López Obrador controla también a sus bancadas en el Congreso. El regreso del carro completo. Plus ça change…
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Cuarto
Es difícil saber qué esperar de López Obrador en la Presidencia. López Obrador finalmente entendió que para llegar a la presidencia, es mejor sumar que confrontar. Su discurso de campaña estuvo lleno de vaguedades y vacío de compromisos concretos, en contraste con un Meade y un Anaya que no podían salir de la técnica y el detalle. A la gran mayoría de los mexicanos, resulta, les tienen sin cuidado los detalles, y con razón.
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Con 53% del voto el mandato esta ahí; para hacer qué, no lo sabemos. López Obrador tiene tantas posiciones como foros en los que ha participado, y voceros que le traducen. Cada audiencia está convencida de que López Obrador es cercano a su propia posición. Una gran estrategia para ganar votos, pero una gran incertidumbre sobre las acciones que realmente busca instrumentar. Lo primordial era ganar, y lo logró. Veremos a partir del 1 de diciembre qué le implica gobernar.
La elección demostró en las urnas que – al menos la mitad – México quiere creer… Al final, nadie más que López Obrador les dio algo en qué creer.
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