Las vistas aéreas del Vaticano durante el funeral mostraron un mosaico de colores: el negro de las vestimentas de los líderes internacionales, el rojo de las vestiduras de unos 250 cardenales, el morado de algunos de los 400 obispos y el blanco de los 4,000 sacerdotes asistentes.
El Vaticano calcula que más de 250,000 personas asistieron a la ceremonia, que duró dos horas.
Después del funeral, mientras las grandes campanas de la Basílica de San Pedro doblaban en señal de luto, el ataúd fue colocado en un papamóvil descubierto y conducido a través del corazón de Roma hasta la Basílica de Santa María la Mayor.
El entierro se llevó a cabo en estricta privacidad. Francisco se convierte así en el primer papa en ser enterrado fuera del Vaticano en más de un siglo, al preferir la Basílica de Santa María la Mayor como lugar de descanso final.
Entre los demás jefes de Estado que asistieron al funeral se encontraron el presidente de Estados Unidos, Donald Trump; el presidente de Argentina, Javier Milei, además de los mandatarios de Alemania, Filipinas, Francia, Gabón y Polonia, así como los primeros ministros de Reino Unido y Nueva Zelanda y numerosos miembros de la realeza, incluidos los reyes de España.