El buscador camina de un lado a otro por el predio para explicar el hallazgo que él mismo hizo en un pedazo del rancho. Con sus manos encontró “miles” de casquillos sepultados entre la tierra aflojada por las excavaciones de los buscadores y que hoy, es sembradío de decenas de banderines rojos y amarillos con la leyenda “Evidencia, no tocar”.
“Ahí está un agujero donde yo personalmente estuve escarbando y encontré muchísimos casquillos, miles de casquillos que estaban sepultados”, expresó Servín, quien pasos adelante señaló el sitio donde sus compañeros encontraron uno de los tres crematorios.
“Aquí son tres pozos que se abrieron. Ahí fue dónde encontramos a las personas que les quitaron la vida quemándolas”, aseguró el activista, con su índice apuntado a la barda perimetral de tres metros de alto, que limita la propiedad.
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Aquí hay mucha evidencia”
Una leyenda advierte a la gente antes de entrar al rancho: “Inmueble asegurado. Prohibido su ingreso sin autorización de la autoridad”, pero esa instrucción este jueves quedó rebasada. La propia autoridad invitó a ir masivamente al predio y así sucedió.
Pisadas apresuradas de decenas de personas deambularon por veredas improvisadas entre las cintas amarillas que sirven para resguardar las escenas del crimen.
De un lado, un “centro de adiestramiento” con llantas, troncos y pasamanos, que remite a los testimonios de largas jornadas de ejercicio para pertenecer a las filas de sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación, el segundo más poderoso del país. Del otro, una cocina con dos refrigeradores, una olla y utensilios. Afuera, cascarones de huevo, tapas de latas, leña y una cuchara a medio enterrar son algunos de los objetos que, todavía, se pueden ver en el rancho de la comunidad cercana al municipio de Tequila, casa de la bebida tradicional de esta entidad.
“Aquí todavía hay mucha evidencia”, dicen las madres buscadoras, mientras se corre la voz que entre los pasos de los visitantes se han desenterrado nuevas prendas, que apuntan a que aquí, la ropa no solo pertenecía a los sicarios, como aseguró Gertz, desde su conferencia en la Ciudad de México.
“A los desaparecidos no se les juzga, se les busca”, le recuerdan desde Teuchitlán, miembros de los colectivos de buscadores.
“No hay autoridades que den la cara, no hay nadie que te diga qué ha pasado con todo esto. Iba a venir de México una persona y nadie llegó. Como siempre, somos la burla de esta sociedad”, sentenció María de la Luz Vázquez, quien busca a su esposo desde hace seis años.
Y es por eso que la ausencia del funcionario causó indignación entre quienes han pasado años buscando, con pico en mano, alguna señal que quite sus casos de la abultada lista de desaparecidos en México.
Como Luz, Mary Vázquez llegó hasta las puertas del predio con la esperanza de encontrar información de su hijo, quien desapareció luego de acudir a una cita de trabajo como soldador. “No descarto que mi hijo, tal vez, haya pasado por este infierno”.
Pero ni a Raúl ni a María de la Luz ni a Mary hubo quien les diera informes. Incluso, horas antes ni siquiera los dejaban pasar al predio y ante ello, tuvieron que presionar como con reclamos: ¡Porque vivos se los llevaron! ¡Vivos los queremos! Ese fue el último grito que se escuchó, antes de que el sol se pusiera y el Rancho Izaguirre volviera al silencio sepulcral.