En esa epidemia, el experto detalla que el elemento técnico importante para contener el avance de la enfermedad fue contar con bases de datos de los casos y cuando los expedientes empezaron a acumularse e impedían tener información concreta del avance de la enfermedad, se hizo necesario contar con un mapeo confiable.
“En 2009, lo que buscábamos con estas pruebas era hacer un mapeo, hay una gran diferencia (con la situación actual del coronavirus), nosotros éramos el epicentro”, detalla.
Recuerda que a finales de abril de 2009, les llegaban unas 600 pruebas diarias a la Secretaría de Salud, que en los primeros días del contagio se hicieron alrededor de 20 mil pruebas y simultáneamente se entregaba información a la Organización Mundial de la Salud (OMS), –institución que declaró la epidemia de A-H1N1 como pandemia el día 29 de abril de ese año–.
Otro aspecto que pide tomar en cuenta es que no es lo mismo tener números de casos que dieron positivos como tener un estimado de la cantidad de infectados.
“Una cosa es que tengas los datos confirmados y otra que tengas los infectados totales; los infectados siempre van a ser más que los confirmados y lo importante es que los confirmados te dicen hacia dónde está creciendo. Y pueden ser, depende de la información, un buen estimador del número de infectados y te puede decir la tasa, el cómo se van multiplicando los casos”, detalla.
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Diariamente, a las 19:00 horas, funcionarios de la Secretaría de Salud entregan un reporte de los casos positivos, el cual incluye división por sexo, edades y situación de los contagiados; también presentan datos de defunciones y padecimientos de salud previos en los casos en que hubo fallecimiento; además, se anexa un listado del número de casos por estado.
