En las elecciones de este año, las más grandes en la historia de México, el Instituto Nacional Electoral (INE) no solamente tiene el reto de organizar las votaciones en sí, coordinar autoridades y velar por la equidad de las contiendas, sino que también enfrenta el desafío de fiscalizar las campañas y vigilar que los candidatos no gasten fuera de la normatividad.
La reforma político-electoral de 2014 —con la que el antiguo IFE se convirtió en INE— otorgó al organismo autónomo la fiscalización de los comicios federales y locales. Además, estableció que el rebase de tope de gastos de campaña y el financiamiento de entes prohibidos pueden ser causales para la nulidad de una elección.