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#VocesADN| Peña Nieto y Angélica Rivera: el fin de la telenovela

Rafael Cabrera, coautor de la investigación de la Casa Blanca de Peña Nieto, reflexiona acerca del matrimonio de telenovela que protagonizaron el expresidente Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera.
sáb 09 febrero 2019 07:00 AM
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Sin final feliz. Nadie parece estar sorprendido por el divorcio de los Peña-Rivera, pues su relación siempre estuvo bajo sospecha señala el coautor de la investigación de la Casa Blanca.

Nota del editor: Rafael Cabrera es un periodista y escritor mexicano. Ha obtenido el Premio Nacional de Periodismo y el Premio Gabriel García Márquez. Es coautor del reportaje la Casa Blanca de Peña Nieto. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

CIUDAD DE MÉXICO (ADNPolítico).– Mucho se ha escrito y dicho sobre el matrimonio que formaron Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera. Como periodista, nunca me interesaron los detalles de su intimidad. Pero, en cambio, sí me interesó cómo su vida privada tuvo un impacto en lo público. Porque, seamos honestos, ellos y su equipo supieron capitalizar su relación como una gran estrategia de comunicación política para llegar al poder.

Nadie parece estar sorprendido ahora que Rivera anunció que presentará el divorcio del expresidente . Su relación siempre estuvo bajo sospecha, pero ellos la defendieron. Desde 2008, cuando comenzaron los rumores de que eran novios, y hasta este 8 febrero de 2019, fueron 11 años de extrañas coincidencias. Y, aunque suene a lugar común, en política no hay casualidades.

En medio de esa relación, estuvo el escándalo de la casa blanca de Sierra Gorda 150, en Lomas de Chapultepec, investigación periodística de la cual fui coautor. Ese momento fue el clímax de esa telenovela de la vida real. La trama era perfecta: un político guapo, una actriz popular, sombras de corrupción, poder y un empresario millonario. Para un país educado por la televisión, la historia era fascinante. Un chismazo.

Hay varios momentos clave que destacar en la relación Rivera-Peña Nieto:

El 12 de noviembre de 2008, el entonces gobernador del Estado de México asistió al programa Shalalá que conducían en TV Azteca las periodistas Sabina Berman y Katia D’Artigues. Ahí, él confesó que sí eran novios. Y exactamente un día después el empresario Juan Armando Hinojosa Cantú, presidente de Grupo Higa, constituyó la empresa Ingeniería Inmobiliaria del Centro, la cual construyó la casa blanca. Un día diferencia.

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Para anular el matrimonio religioso entre Rivera y el padre de sus tres hijas, el productor José Alberto Castro, Angélica y Peña Nieto echaron a andar una maquinaría dentro de la Iglesia católica mexicana, en complicidad con el cardenal Norberto Rivera. El propósito era que ambos pudieran casarse ante la Iglesia, lo cual ocurrió el 27 de noviembre de 2010, en una boda que fue televisada y parecía como de cuento de hadas. La trama es compleja y llegó hasta el Vaticano. Para lograr su propósito, no importó que destruyeran la carrera del sacerdote José Luis Salinas, quien fue castigado por la Arquidiócesis mexicana para que nunca más ejerciera el ministerio y murió de cáncer, en la miseria.

Desde 2009, Angélica Rivera comenzó a vivir en la mansión de Paseo de las Palmas 1325, junto con sus tres hijas y, eventualmente, con Peña Nieto y sus tres hijos. La casa, dijo en su momento, era de ella. Pero había algo más de fondo. Esta enorme residencia era en realidad propiedad de Televisa Talento, una subsidiaria de la televisora. Y se convirtió en propiedad legal de Rivera hasta que estuvo casada con Peña Nieto. No antes. Supuestamente se le pagó como parte de su liquidación con la televisora.

De hecho, el 14 de diciembre de diciembre de 2010, exactamente 17 días después de que Peña Nieto y Rivera se casaron, la pareja se hizo de dos propiedades: la casa de Palmas 1325 y el segundo terreno en el que se iba a construir la casa blanca. Más coincidencias.

Después vino el escándalo de la "casa blanca” y ella salió a dar la cara en un video que, en vez de ayudar, les terminó hundiendo. La mansión no era del presidente sino de ella. Pocos le creyeron. Las respuestas que dio el Estado Mayor Presidencial (EMP) siempre dejaron la duda: los guardias presidenciales sí cuidaban la casa de Sierra Gorda 150, pero no la de Palmas 1325, porque sólo debían cuidar los domicilios del presidente. Entonces, ¿por qué una sí y la otra no?

Casa Peña Nieto Lomas
Casa Peña Nieto Lomas

La casa, según dijo Rivera, fue devuelta a Grupo Higa y la empresa le devolvió el dinero que ella había abonado. El EMP estuvo ahí hasta enero de 2015. Desde entonces, la casa está sola. Hubo un anuncio de compra por parte del empresario Carlos Gerardo Maldonado Quiroga, originario de Nuevo León. Pero la venta no ocurrió. Sin mantenimiento, sucia, abandonada, es como permanece la lujosa casa diseñada por el arquitecto Miguel Ángel Aragonés.

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Como periodista que siguió el caso durante varios años, puedo decir que en el fondo la historia se trató sobre la frivolidad y la avaricia del poder. Peña Nieto y Rivera usaron las revistas del corazón para colocarse en la preferencia de los electores. Pero esas mismas revistas se convirtieron en su talón de Aquiles, pues fue ahí donde se encontró la primera pista para dar con la casa blanca. Su fortaleza fue su misma debilidad.

Suelo bromear que, si un día es llevada a la pantalla chica, la historia debería titularse “Pasión en Sierra Gorda”. Pero, a diferencia de las telenovelas, aquí no hubo un final feliz sino un anuncio de divorcio apenas dos meses de haber dejado la Presidencia. Lo cual, sin duda, no hace más que refrendar las sospechas sobre el matrimonio.

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