‘Semilibertad’ en medio del Pacífico: Así era la vida en Islas Marías
ISLAS MARÍAS, Nayarit (ADNPolítico) - ¿Cuándo fue la última vez que estuviste sin celular o tuviste que bañarte con agua fría porque se terminó el gas? Así era la vida diaria en el excomplejo penitenciario Islas Marías, que ahora se convertirá en un centro para la educación ambiental y cultural dirigido a jóvenes y niños.
Todos los días, mientras funcionó como una cárcel con un esquema de ‘semilibertad’ en sus cuatro complejos carcelarios –repartidos en más de 270 kilómetros de superficie—, el sonido de una trompeta anunció a su población el inicio de la jornada.
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Por los pasillos del Centro Federal de Rehabilitación Social (Cefereso) Morelos, que contaba con la población más extensa del complejo, este instrumento sonaba a las 5:00 horas y avisaba a los internos que era hora de levantarse. Posteriormente, una ducha con agua fría terminaba por despertarlos.
Hora de trabajar...
A esa hora, relata Víctor Manuel Hernández Tapia, uno de los custodios, llegaba el primero de seis pases de lista que se realizaban de manera cotidiana en cada uno de los penales del complejo. Esto servía para mantener informada a la dirección del penal sobre la presencia física, tanto de los internos, como de quienes se encargaban de resguardarlos.
A las 6:00 horas, la población del penal recibía la primera de tres comidas en alguno de los comedores cuya concesión estaba a cargo de la empresa La Cosmopolitana, la misma que ha sido señalada por monopolizar el servicio de alimentación en las prisiones mexicanas.
Luego iniciaba el trabajo. Entre los reos había quienes realizaban tareas para el mantenimiento de la prisión, mientras que otros hacían labores en talleres de carpintería o en la granja camaronera que operaba a un costado de la laguna salinera, aquella en la que alguna vez hubo presos que llevaron a cabo trabajos forzados.
En la actualidad, la situación era distinta, quienes trabajaban en la granja camaronera recibían el salario mínimo por alimentar a los crustáceos y verificar las condiciones durante los tres turnos en los que operaban.
Otra opción para los internos era capacitarse en la Casa Telmex, un centro en el que podían recibir un curso de 12 módulos orientado al manejo de herramientas digitales que también podían tomar los integrantes de su familia. Sin embargo, con el paso del huracán Willa, este centro quedó inhabilitado.
Hacia la noche, terminada la jornada, algunos internos regresaban a sus habitaciones, una especie de casitas de block pintadas de blanco con techos de teja y camas de cemento con un baño sin puerta, las cuales compartían con varias personas.
En las últimas fechas eran pocos los dormitorios ocupados, pues aunque el complejo tenía capacidad para más de 5,000 internos, apenas era ocupado por unos 600 internos, muy pocos con sus familias.
Todo esto llegó a su fin con el último pase de lista del pasado 8 de marzo. Los reos, ahora están a 776 kilómetros de la isla en un penal tradicional, donde las reglas han cambiado, al igual que el futuro de las Islas Marías.
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El lugar con "muros de agua"
En medio del océano
Colonia penal
Complejo penal
Cambio de vida
Semarnat en las Islas
Dos meses en medio del mar; 15 días en casa
La vida no era muy distinta para los más de 400 trabajadores que aún laboran en el complejo penitenciario, quienes residían en la zona habitacional de Balleto, ubicada en la entrada de la Isla que recibe a sus visitantes con un mural dedicado al fallecido Nelson Mandela, quien antes de convertirse en presidente de Sudáfrica pasó 18 años recluido en una isla.
Como parte del Órgano Administrativo Desconcentrado de los Centros de Readaptación Federal, los trabajadores administrativos de Islas Marías pasaban dos meses en la isla completamente desconectados: no había posibilidad de ingresar teléfonos celulares y tampoco había señal para comunicarse a través de estos dispositivos.
Lo único a lo que tenían acceso, según cuentan algunas extrabajadoras, era a llamadas cuyo tiempo estaba limitado. También podían acceder a Internet, pero los daños por Willa dejaron algunos equipos inservibles.
La vida en la isla, recuerdan, era tranquila, se habían adaptado al sonido del mar, a su calma y a vivir entre los internos que lo mismo podían encontrar en los talleres, que en las inmediaciones de los Ceferesos.
Algunas veces, había tiempo para eventos: lo mismo se organizaban festivales que carnavales. El maestro Jorge Correa era el encargado de las obras de teatro, algunas enfocadas a concientizar a los internos sobre el abuso en el consumo de drogas. Pero también, bajo el mando de la maestra Rosita, lo internos montaron El hombre de la Mancha y varias obras más.
Cumplidos los dos meses, los funcionarios salían de la isla hacia sus casas donde permanecían durante 15 días. Con el cambio decretado por el gobierno, la duda sobre su retorno a la isla ha hecho que varios inicien su mudanza, lo mismo cargan con cobijas y pantallas que con sus antenas de Sky.
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