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#YoVsCoronavirus | “Quizá no entre tanto dinero, pero si cerramos no habrá nada”

Daniel y Pablo Figueroa cuentan cómo la contingencia ha afectado a su negocio, un pequeño restaurante en la capital, y cómo se han adaptado para no tener que cerrar y dejar de tener ingresos.
mar 14 abril 2020 06:05 AM

En enero, después de un año de planeación y preparativos, Daniel y Pablo Figueroa concretaron la apertura de Paz Miranda, un pequeño restaurante ubicado en la colonia Lomas de Plateros, dentro de la alcaldía Álvaro Obregón de la Ciudad de México.

Desde entonces hasta ahora, a los retos que conlleva consolidar y mantener un negocio nuevo, los hermanos han tenido que sumar un desafío adicional: hacer frente a la contingencia sanitaria causada por el coronavirus COVID-19, que ha implicado la suspensión de actividades consideradas no esenciales, una disminución en el ritmo de trabajo en los sectores público y privado, y un llamado general a que la gente permanezca en casa el mayor tiempo posible para prevenir contagios.

Para Paz Miranda, dice Daniel Figueroa, todas estas medidas se han traducido en una menor clientela y en la necesidad de buscar cómo adaptarse al momento actual.

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Una vez que empezó la contingencia por este virus, uno de los ajustes que él y su hermano decidieron hacer fue reducir el horario de operación del negocio. Originalmente, el restaurante funcionaba de 7:00 de la mañana a 6:00 de la tarde, pero cuando vieron que las personas dejaron de ordenar desayunos, optaron por recorrer a las 10:00 am su hora de apertura para centrarse en ofrecer comidas.

“La cantidad de gente que nos visita sí bajó mucho, mucho”, dice Daniel, un joven de 20 años quien también estudia la carrera de Filosofía en la UNAM. “Ya en la comida, como de 2:00 a 5:00, siguen viniendo clientes. Algunos toman sus precauciones y mejor traen sus túpers”, detalla.

El restaurante se ubica justo frente a las instalaciones del Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (InDRE), una de las instituciones del gobierno federal que han adquirido protagonismo durante la contingencia, pues se encarga de elaborar el reporte que la Secretaría de Salud da a conocer diariamente a las 7:00 de la noche y también valida qué laboratorios privados pueden realizar pruebas para detectar el COVID-19.

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Mientras al fondo del local se escuchan los ruidos de la cocina y Pablo, de 22 años y estudiante de Administración, se alista para atender las mesas que se lleguen a ocupar, Daniel cuenta que entre sus clientes suele haber trabajadores del propio InDRE, aunque el movimiento en toda la zona ha disminuido durante los últimos días.

En torno al instituto se observa menos gente de lo habitual y los vendedores informales que acostumbran instalarse en la entrada del complejo —entre los que hay adultos mayores— han optado por dejar de acudir.

Daniel y Pablo Figueroa
Daniel y Pablo Figueroa dicen que los clientes siguen llegando a su negocio, aunque en menor cantidad. También señalan que han aumentado las órdenes de comida para llevar.

A pesar de la situación, Daniel dice que él y su hermano decidieron seguir operando mientras las disposiciones gubernamentales se los permitan. Hasta ahora siguen atendiendo a los comensales dentro del local, que tiene capacidad para 24 usuarios distribuidos en seis mesas, y se empeñan en mantenerlo limpio.

“Creemos que no es tanta la complicación y más bien tomamos las medidas esenciales: tener agua, tener jabón, tener gel antibacterial, tratar de que no haya un agolpamiento de personas, y también el servicio para llevar ha aumentado un poco más”, señala.

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Con estas acciones, Daniel y Pablo buscan que su negocio permanezca abierto y generando ingresos, aunque sea en menor cantidad que antes.

“Para nosotros cerrar en estos momentos es complicado, no se puede. ¿Por qué? Porque yo no saco dinero para comer y el negocio no saca para pagar los sueldos que se tienen que pagar”, dice Daniel, quien trabaja en el lugar junto con Pablo, con Patricia, la cocinera, y con una asistente general.

“Lo poco que puedas recibir es mejor que nada y que nada más estés acostado en tu casa… No es fácil. Muchas veces lo pensamos: ‘Bueno, ¿qué pasa si cerramos?’. Quizá no está entrando tanto dinero, pero si cerramos ya no hay nada”, concluye el joven, cuya situación es un reflejo de lo que otros emprendedores y dueños de negocios están viviendo ante el impacto económico del coronavirus.

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