#ColumnaInvitada | 'Heatwave' en Reino Unido, un vistazo al futuro

¿Qué ocurre en una región cuando la temperatura asciende a un punto tal que esta no está preparada para enfrentar sus implicaciones y consecuencias?
La gente se refresca junto a una fuente de agua durante una ola de calor, en Trafalgar Square en Londres, Gran Bretaña, el 19 de julio de 2022.

Parecía que ya eran vacaciones. En varios parques se celebraban conciertos masivos. Vestidos, chanclas, sombreros, lentes de sol. Era la primera semana de julio en Londres, Reino Unido y había una especie de exaltación colectiva. En la capital acostumbrada a temperaturas promedio de 19 ºC -en este que es su mes más cálido-, cualquier rayo de Sol es aprovechado.

Entro a una librería, veo el libro de un autor que antes escribía ciencia ficción y ahora escribe sobre olas de calor. Registro el término: heatwave. En los siguientes días este aparece una y otra vez en relación con Europa (acá ya no se ven las banderas de la Unión Europea).

Durante la segunda semana de julio, el ánimo colectivo es de anticipación y emoción por los días de descanso que se acercan. Hasta que en los diarios empiezan a aparecer señales de preocupación por la ola de calor que llegaría. Se dijo que las temperaturas llegarían a 37 ºC, aunque había una predicción de que podrían llegar hasta los 43 ºC.

Las afectaciones que se anticiparon en aquel momento estaban relacionadas, principalmente, con la movilidad y la salud. Se temía por las vías ferroviarias por lo que instruyeron disminuir la velocidad en los trenes. También anticipaban más personas ahogadas o con problemas de salud relacionados con que buscarían refrescarse en cuerpos de agua.

Luego, la Met Office emitió la primera alerta roja en la historia anticipando que la temperatura podría llegar hasta los 40 ºC entre lunes y martes. Entonces surgió una genuina preocupación. Se empezó a hablar de cierre de escuelas, reprogramación de cirugías, cancelación de vuelos.

Circularon consejos para mantener las viviendas frescas (cerrar ventanas, colocar mantas). Las autoridades mandaron el mensaje de que, salvo en caso estrictamente necesario, lo mejor era permanecer en casa y de que si era necesario salir había que llevar agua.

Llegó el lunes 18 de julio, nombrado en un titular como Meltdown Monday. Las temperaturas empezaron a ascender desde la mañana. Las calles se veían semi-vacías, como si hubieran vuelto las medidas de aislamiento por COVID-19. La presencia más evidente era la de la policía y las ambulancias. Se percibía nerviosismo. Algunas escuelas cerraron, algunos recorridos en metro se retrasaron. Se oían más cláxons y gritos que de costumbre.

Por la tarde los parques estaban llenos de familias, parejas, grupos de amigues, personas solas. Todas ubicadas en la sombra de la copa de algún árbol, buscando refrescarse. Durante la noche el calor pareció aumentar en vez de disminuir. Para las 8 de la mañana del 19 de julio ya se registraban 24 ºC. Y este, que se anticipaba sería el día más caluroso en la historia acá desde que se tiene registro, ha sido un verdadero vistazo al futuro desde el presente.

¿Qué ocurre en una región cuando la temperatura asciende a un punto tal que esta no está preparada para enfrentar sus implicaciones y consecuencias? Acá ese punto eran los 37 ºC, pero podrían ser los 45 ºC o los 50 ºC o los 55 ºC. El punto de quiebre de las olas de calor o heatwave es relativo, no absoluto.

Antes de mediodía en el metro los vagones van prácticamente vacíos. Una mujer se cuelga un ventilador del cuello. Lxs viajerxs se miran unxs a otrxs, de esa forma en la que se miran quienes están siendo parte de una emergencia, tratando de buscar explicación, consuelo, alguna pista en los ojos de lxs demás. Llegada cierta ahora, se cancelan todos los recorridos hacia el este de la ciudad en una de las principales líneas del metro.

Hay problemas en el sistema de transporte subterráneo, en el sistema elevado, en los camiones, en los barcos, en los vuelos. Las calles se derriten. Hay varios incendios. Cierran varios establecimientos. El café de la esquina está cerrado, la librería del British Museum está cerrada. Los puntos más turísticos de la ciudad están casi vacíos o están cerrados. Las personas caminan. A 38 ºC van caminando.

No hay dónde rellenar los termos de agua, no hay dónde tener sombra, no hay dónde tomar un descanso, no hay dónde entrar al baño. Solo queda seguir caminando. En King’s Cross Station hay varias personas en situación de calle, se protegen del Sol y explican su situación a quienes van llegando después de caminar. Hay poca disposición y paciencia para escuchar.

El andén comienza a llenarse. Y siguen llegando más y más y más personas. Esta vez los vagones van llenos pero en completo silencio. No se escuchan las risas, los cantos, las pláticas. Atrás quedó esa exaltación colectiva. El Sol ya no emociona. Ahora quema, cala. Y solo deja silencio… y miedo.

Esta ola de calor pasará muy pronto. Lloverá en las próximas horas. Pero ¿qué pasaría si las temperaturas no bajan?, si permanecieran así durante semanas o meses. ¿Se pararía la vida cotidiana? ¿Quién podría seguir con ella? ¿Qué se requeriría para mantenerla? ¿Cuáles serían las implicaciones y consecuencias de eso que se requiera?

Este vistazo al futuro desde el presente puede servir para tomar medidas. Acá hay cuatro cuya importancia y urgencia me han sido evidentes en estos días:

A) Asegurar que en los principales parques y plazas públicas haya bancas para permanecer con sombra, bebederos que funcionen con agua apta para tomar, sanitarios con agua corriente, jabón y papel y botes para la gestión adecuada de residuos en altas temperaturas.

B) Evaluar y adecuar tecnología y requerimientos de funcionamiento de la infraestructura para la provisión de servicios públicos básicos como alumbrado público, servicios de emergencia -ambulancias, bomberos, protección civil- y transporte público.

C) Suficiente personal capacitado, con equipamiento y prestaciones laborales para hacer frente a situaciones de emergencia por olas de calor.

D) Priorizar geográfica y poblacionalmente para anticipar y adoptar medidas especiales en función del riesgo diferenciado.

Estas son medidas para adaptarnos. Pero, lo cierto es que no habrá adaptación que alcance para enfrentar la vida cotidiana en estas condiciones extremas. Por eso es indispensable insistir en que se deben abordar, prevenir y revertir las causas de la propia emergencia climática y ambiental que origina las olas de calor.

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Nota del editor:

Suhayla Bazbaz Kuri es directora de Cohesión Comunitaria e Innovación Social A.C. Estaba de vacaciones en Londres cuando le dio COVID-19, pudo volver a salir precisamente el día más caluroso en la historia del Reino Unido.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única de la autora.