Sin embargo, Morena sigue ganando en los estados, por más que la oposición proclama semana con semana la caída de la popularidad del presidente. Si López Obrador no tiene el músculo electoral esperado, hay que hablar las cosas con honestidad: la ola guinda sigue ganando terreno gracias al fracaso de los gobiernos anteriores para resolver problemas como la corrupción, la inseguridad y la desigualdad. Seguirá pasando esto mientras haya personas políticas relacionadas con estos escándalos, o siga sin haber autocrítica.
Tercer lugar: si Morena avanza con liderazgos estatales, y el PAN conserva bastiones aún con los embates diarios del presidente, es de esperar que el sistema de partidos se reconfigurará desde lo local. Bajo esta perspectiva, podemos leer las elecciones de 2018 a 2002 bajo dos narrativas.
La primera es en realidad fantasiosa: la lucha por acabar con los guindas a través de la unión de la oposición. Sí, quizás ayude a explicar el triunfo en Durango y algunas regiones como la mitad de la Ciudad de México, parte de la zona metropolitana y algunas ciudades, pero a final de cuentas es un bonito deseo suponer que eso les dará un techo alto de crecimiento a nivel federal rumbo a 2024.
En cambio, la segunda narrativa suena más congruente: la oposición mantiene bastiones no tanto por su oposición visceral contra el presidente y su partido, sino porque simple y llanamente ha sabido hacer las cosas bien. Hablamos de un gobierno aceptablemente responsable y eficaz, una narrativa sólida sobre qué une a la entidad, cuál es su proyecto colectivo y hacia dónde van con la continuidad. También han sido determinantes para esos triunfos personas que han sabido comunicar esas ideas de identidad, preferentemente de manera más fresca y auténtica: Maru Campos, Teresa Jiménez y Mauricio Kuri.
Bajo esta premisa, Morena puede tejer un discurso, estructuras y liderazgos propios y distintos al presidente si sabe ver a la descentralización como una oportunidad para crear un partido sólido, con posibilidades de sobrevivir al caudillo. Tendrán esa ventana de oportunidad mientras los partidos opositores sigan sin entender qué les pasó encima en 2018.