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Nadie quiere entender la contrarreforma

Desde un principio, el presidente sabe que pase o no la reforma eléctrica, él gana. Y todos nos quedamos pasmados dejándolo jugar solo el juego, cayendo en su treta.
lun 04 abril 2022 11:59 PM

Desde su presentación el año pasado, la iniciativa de reforma constitucional del sector eléctrico ha sido el principal tema de discusión pública prácticamente todas las semanas. Exactamente lo que buscaba el presidente al presentarla.

Argumentos van y vienen a favor y en contra, las elucubraciones sobre su posible votación están a la orden del día, rumores sobre su negociación salen todo el tiempo. Pero muy poco se ha visto que realmente se entienda la estrategia presidencial.

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En este espacio hemos discutido mucho sobre las intenciones de fondo del presidente con esta reforma, y con las dos que anunció públicamente: la electoral y la de la Guardia Nacional.

Todo se reduce a un tema: estrategia electoral. Desde un principio fue muy claro lo que buscaba el presidente. No es casualidad que anunciara estas tres reformas justamente un día después de las elecciones de junio pasado, cuando perdió la mayoría calificada en la Cámara de Diputados.

Buena parte del debate entre analistas y ‘opinólogos’ se ha ido en si el gobierno tiene o no los votos necesarios, y bajo qué escenarios. Y varios han incluso teorizado sobre si el presidente súbitamente se dio cuenta que no tenía los votos y retrasó el proceso (o ahora lo adelantó).

Pareciera que a nadie le queda claro que el presidente desde un principio sabía que no tenía los votos. Pero para él lo importante era fortalecer su discurso político y su narrativa electoral con esta reforma. Por ser un tema que mucha gasolina le ha dado en su carrera.

Pareciera que nadie quiere entender que pasar o no la reforma era secundario. Lo importante era volver a fortalecer a su base social después de las elecciones intermedias para cruzar tres aduanas: recabar firmas para hacer la revocación, ganar la revocación, y llegar a las elecciones de junio.

Estas tres aduanas electorales, perfectamente identificadas por el presidente, obedecen a un objetivo superior: las elecciones de 2024. Él sabe que lo más probable es que la llamada 4T vuelva a ganar la presidencia, pero que tienen retos importantes en el Congreso y a nivel local.

Por eso necesita trabajar en volver a darle a su base lo que le gusta escuchar. Los argumentos que los encienden, que reviven su sed de revancha. Los necesita para asegurar la sucesión, y para perder lo menos posible en el Legislativo, estados y municipios.

El haber alargado hasta ahora la discusión de la contrarreforma fue su mejor estrategia, acompañada oscuramente por Alito y Moreira del PRI. Cuando el tema pudo haber muerto en diciembre pasado de haber permitido el “fast track”.

Y ahora, el que Morena impulse la dictaminación y votación para abril no es por un cambio repentino de parecer, es porque justamente es lo que más conviene al presidente para cruzar la revocación, y tener más elementos discursivos de polarización y contraste hacia las elecciones estatales de junio.

Desde un principio, el presidente sabe que pase o no la reforma, él gana. Y todos nos quedamos pasmados dejándolo jugar solo el juego, cayendo en su treta.

Uno de los aspectos más lamentables ha sido el papel de Estados Unidos, que con la visita de Kerry la semana pasada terminó de convertirse como el hazmerreír de este tema. Una y otra vez el presidente les ha jugado el dedo en la boca a los estadunidenses.

Pero la visita de Kerry fue la más entretenida para el presidente. El salir un día después de la visita a decir en la mañanera que no se aceptaban las propuestas de Estados Unidos, y que no conocían la reforma, fue de lo más humillante que se haya visto.

Esta situación tan grande de vulnerabilidad de la imagen del gobierno de Estados Unidos obedece a la profunda tibieza que aquí hemos señalado durante estos meses, y sobre todo a la profunda irresponsabilidad de su Embajador (sonrisas) en este tema.

Si después de esta visita no queda claro que el Embajador está perjudicando más que ayudar, entonces merecen mantenerse como el hazmerreír. El presidente fue muy claro: “alguien” les hizo creer que se podía negociar. Ese “alguien”, abiertamente fue el Embajador.

Queda claro con la contrarreforma que la sacudida de 2018 a nadie le sirvió en México, ni a partidos ni a empresariado, ni a medios, ni a las organizaciones civiles.

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Nadie quiere entender al país. Nadie quiere entender el juego del presidente. Nadie quiere pensar más allá de sus prejuicios. Nadie quiere mover un dedo. Nadie quiere recapacitar y mucho menos recular de los errores que todos cometimos para llegar a este punto.

Seguimos ensimismados en nuestras erradas ideas y preconcepciones. En el egocentrismo y la víscera. Y así, seguimos dejando que el presidente vaya solo. Era muy fácil quitarle la mayoría simple en el Congreso el año pasado. Y sería muy fácil evitar que ganen el siguiente sexenio.

Pero todos prefieren seguir en sus pugnas internas, en sus prejuicios y resentimientos. Así, ni para qué nos sorprendamos de lo que pueda pasar en los dos y medio años que le quedan a este gobierno.

No se mantendrá la llamada 4T porque la gente esté convencida, sino porque llevamos tres años sin generar alternativas. Después no nos arrepintamos.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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