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¿Se pueden recuperar tres años desperdiciados?

A tres años del gobierno de AMLO, los llamados “contrapesos” y la oposición han dejando solo al Presidente, no han querido entender que la realidad actual requiere más de ellos.
lun 22 noviembre 2021 11:18 AM
Integrantes de Sí por México
Los partidos de oposición se han agrupado en una alianza con empresarios llamada Sí por México.

Estos tres años del gobierno de López Obrador han estado caracterizados por decisiones viscerales, intereses personales, desconexión con la realidad, polarización, inmadurez, capricho, soberbia y desdén. Y no, nos referimos al Presidente, sino a todos los demás, a los “contrapesos” y la oposición.

Por supuesto que el estilo personal del Presidente tiene muchas de estas características. Y por supuesto que la división y la confrontación son su principal arma política. Pero no es el único en ese juego. Todos los que lo critican por eso, caen en la misma dinámica que tanto le señalan.

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Sin embargo, hay una gran diferencia entre ambos. Para el Presidente, es una estrategia clara y bien pensada, que le ha dado réditos políticos y electorales comprobados gracias a su infinita capacidad de comunicar de manera sencilla y asertiva, aunque diga mentiras.

Para la oposición y para los contrapesos no es una estrategia, sino la muestra de varios problemas estructurales. Por un lado, su visceralidad, prejuicios y enojo les nublan la mente. Lejos de pensar claramente para ver la estrategia mesiánica, quedan obnubilados por su inmadurez.

No parecen darse cuenta de que el Presidente busca acorralarlos, llevándolos a un terreno narrativo y discursivo en el que no saben moverse. Y no saben por tanto tiempo que se confiaron en que solo su élite decidía sobre los destinos del país.

Por otro lado, demuestra su alto desinterés por entender la realidad social, analizar por qué es tan exitoso el Presidente en su comunicación, y definir una estrategia que sea capaz de contrarrestar esa conexión que tiene con la sociedad.

Siguen sin entender que el único actor público con legitimidad social suficiente es el Presidente. Y que es justo esa legitimidad lo que permite mantenerse sólido en sus niveles de aceptación, a pesar de que su gobierno esté reprobado en la percepción pública.

Esa legitimidad le permite al Presidente salir a denostar a cuanto actor se le pone en frente, y a explotar diario sus mensajes de corrupción y abusos del pasado, que sí existieron y que sí afectaron a la sociedad mexicana al punto de llevarla al hartazgo y el enojo de 2018.

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Ni los partidos/actores políticos, ni los contrapesos como el sector empresarial o las organizaciones civiles han entendido que carecen de esa legitimidad social. Y que mientras no se enfoquen en construirla, no podrán hacerle frente al poder comunicacional presidencial.

Los actores políticos en general, salvo honrosas excepciones muy contadas, siguen instalados en una actitud de ver cómo lograr beneficios o lucimientos personales, en lugar de entender que esos personalismos los llevaron a destruir las bases de los partidos políticos que representan.

No hay hoy liderazgos políticos de altura que tengan una visión y agenda de país. No hay hoy líderes que entiendan la realidad social y que comprendan las debilidades de los partidos que tienen que cambiar para volver a ser una opción viable para la ciudadanía.

Se quejan amargamente de la polarización que genera el Presidente, sin ver que justamente es la división dentro sus partidos la que los tiene en la lona. Lo hemos dicho antes, PAN y PRI fueron destruidos por sus propios Presidentes Calderón y Peña. Y el PRD, nació con afán de división y así fue como murió. Y nadie ha hecho algo por corregirlo.

Y la fuente de división es muy sencilla de atacar. Pero ningún partido ha querido entrarle a una depuración real y pública de la gente que los dinamitó. Mucho menos a reconocer los errores que han cometido, y a abrirse a la crítica pública para reconstruir de la mano de la sociedad.

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En cuanto al empresariado, es claro que no ha entendido cuál es la realidad actual del país. De hecho, llevan años no entendiéndola, y por eso les sorprendió tanto que llegar el actual Presidente con el poder que llegó.

Siguen instalados en la nostalgia de aquellas épocas en que podían simplemente llamar a los tomadores de decisiones para parar lo que pudiera afectarles, o para promover lo que pudiera beneficiarles, muy frecuentemente a cambio de ciertas prebendas y privilegios.

En un afán de poder, el empresariado dejó de ver a la sociedad y se le olvidó su éxito depende del nivel de bienestar de esa sociedad. Se fueron olvidando del trato digno a colaboradores, y de que son parte de esa misma sociedad y por lo tanto deben contribuir a su desarrollo.

Hoy, ante el actual Presidente, actúan con la misma víscera y resentimiento que tienen los seguidores de la 4T que tanto aborrecen, sin entender que hacen lo mismo pero a la inversa. Sin entender que la división social y la discriminación a quien menos les conviene es a ellos como minoría.

Han dilapidado sus recursos en campañas inútiles de enfrentamiento al Presidente, pero no están dispuestos a invertir en entender a la sociedad, y construir una relación de confianza que les de la legitimidad que les urge para dejar de ser los objetivos más fáciles del discurso presidencial.

Y las organizaciones civiles, particularmente los llamados think tanks, se quedaron instalados en la crítica desde el escritorio. Lejos de ver cómo ayudar a que la sociedad entienda los problemas, se quedan en la salida fácil de dar datos que nadie entiende y que el mesías usa a su antojo.

No han querido entender que la realidad social actual requiere mucho más de ellos que lo que hacían cuando eran parte de la élite. Que su función debe ir mucho más allá de hacer números y gráficas. Que son un actor fundamental en la construcción de ciudadanía, que nunca han hecho.

Estamos inmersos en una profunda crisis del sistema democrático, y eso nos involucra a todos. La estabilidad del sistema no depende ni de una persona ni únicamente de los actores políticos. La democracia nos atañe a toda la sociedad.

Mientras oposición y contrapesos sigan sin entender la profundidad de la crisis en la que estamos, y las consecuencias que tendrá; y mientras sigan ensimismados, incapaces de ver la realidad, el país seguirá en la espiral descendiente en la que estamos, con los altos riesgos que eso implica.

Llevamos tres años desperdiciados, dejando solo al Presidente en el ring. Aún se puede actuar. No más quejas. O cambiamos, o nos va a cambiar y cuando veamos será demasiado tarde.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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