La escena tardó 15 meses en llegar. Ocurrió el martes. El estadio de los Dodgers de Los Ángeles, sede de los campeones del beisbol de Grandes Ligas, volvió a llenarse de aficionados de home hasta las lámparas: 52 mil personas.
En el diamante, los Dodgers respondieron a la presencia de la afición con un triunfo sobre Filadelfia. Pero la verdadera historia ocurrió en las gradas y, curiosamente, en los alrededores del estadio.
Durante meses, los vastos estacionamientos del estadio angelino se convirtieron en un enorme centro de vacunación y diagnóstico de Covid-19. Más de un millón de personas acudieron a hacerse una prueba para detectar la enfermedad. A la sombra de los muros blancos y azules del estadio, acostumbrado a celebrar la vida del deporte, las autoridades sanitarias aplicaron casi medio millón de vacunas. Todavía el martes era posible vacunarse en el estadio durante el partido. Para animar a los que aún se resisten a protegerse, los Dodgers decidieron rifar boletos para la temporada.
El partido es emblemático del triunfo de California sobre la pandemia. El triunfo, claro, puede ser temporal. Las autoridades no descartan problemas futuros y han sugerido a la población que siga usando el cubrebocas y, sobre todo, que se vacune. Pero el 15 de junio, todo el estado hizo eco de la vuelta a la libertad que se vivió en el estadio del este de Los Ángeles. Las plazas volvieron. Los restaurantes abrieron sus puertas y los comensales llenaron todas las mesas, adentro y afuera de los locales. Disneylandia volvió a recibir visitantes a toda capacidad.
Más de 60 mil muertos después y gracias a una eficaz campaña de vacunación, California ha reabierto. Se necesitaron 40 millones de dosis y la vacunación completa o parcial de 24 millones de personas. Solo eso. Sin atajos. Ojalá el destino de California sea, más pronto que tarde, el de muchos otros sitios que merecen la misma eficiencia y seriedad.
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