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2021: ¿una conmemoración para el XIX o para el XXI?

Ni la conquista ni la consumación de la independencia tienen héroes como los que le gustan a AMLO. Pero sí tienen villanos, como Cortés o Iturbide, que de todos modos le vendrán como anillo al dedo.
mar 05 enero 2021 11:59 PM
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En 2021 se celebrarán la Independencia y la Revolución con la visión del presidente López Obrador.

La del 2010 –bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución– fue una oportunidad perdida. Hubo muchos discursos, discusiones y festejos, pero no hubo un replanteamiento serio de la relación entre nación y pasado, ninguna propuesta práctica que le diera un nuevo sentido histórico al porvenir de la idea nacional, de ese maltrecho proyecto político llamado “México”. El 2021 –cuando se cumplen 500 años de la conquista y 200 de la consumación de la independencia– ofrece otra oportunidad. Con todo, los achaques e incongruencias que abundan en la filosofía de la historia a partir de la cual se ha promulgado la autodenominada “cuarta transformación” no auguran, lamentablemente, que esta vez las cosas vayan a ser muy distintas.

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La noción de las cuatro transformaciones está basada en una cronología muy tradicional de la historia mexicana, en una concepción típicamente épica del pasado, centrada en los “eventos fundacionales” de la nación (Independencia, Reforma y Revolución) y en la figura tutelar de los “héroes que nos dieron patria”. No es casualidad que el logotipo oficial del gobierno lopezobradorista sean precisamente las efigies de Morelos e Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas. Es difícil que con la madera vieja de ese entarimado conceptual pueda edificarse alguna innovación o reinterpretación importante. Al contrario. Con esos materiales la conmemoración parece destinada a ser más un ejercicio de restauración que de imaginación histórica.

Además, la visión de López Obrador de la conquista está lastrada de contradicciones. Incurre en el lugar común de fecharla en el evento de la caída de la gran Tenochtitlán, y al hacerlo la priva de un contexto histórico más amplio (que incluya, por ejemplo, las disputas entre las distintas poblaciones que habitaban la región mesoamericana, o la trayectoria de la invasión española entre 1517 y 1523) sin el que resulta francamente inentendible como proceso histórico.

Luego está todo el tema de las disculpas. Por un lado, les pide a España y al Vaticano que se disculpen por las “violaciones a los derechos humanos” que hubo en ella; pero, por el otro, él mismo la excluye de su catálogo de grandes transformaciones históricas, negándole su papel como hecho ese sí inaugural de una transformación harto significativa y mucho más trascendente que cualquiera de las otras en las que insiste en concentrarse. Y si de pedir disculpas se trata: ¿para cuándo las de México a las poblaciones originarias, las más pobres, excluidas y despojadas de derechos, siempre recordadas como símbolo político pero siempre olvidadas de la mano de las políticas públicas, y a las que seguimos denominando “indígenas” –a pesar del origen colonizador de ese término, que niega su diversidad y las homogeneiza conforme a una perspectiva que no es el de ellas sino la de los propios conquistadores– todavía cinco siglos después?

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Ni la conquista ni la consumación de la independencia tienen héroes tan consolidados y reconocibles como los que ha adoptado el discurso de la “cuarta transformación”. Aunque sí tienen varios villanos que le vendrán, ay, como “anillo al dedo”. Pienso, por ejemplo, en Hernán Cortés o en Agustín de Iturbide... No deja de ser una tremenda ironía histórica que luego de dos décadas de una democracia que no supo, no quiso o no pudo reinterpretar su propio pasado para proyectarse al futuro, las conmemoraciones del 2021 prometan no dotar al país de una innovadora visión histórica para el siglo XXI, sino devolverlo a la disputa del siglo XIX contra los conservadores que tanto le gusta a un presidente, sin embargo, profundamente antiliberal.

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Nota del editor:

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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