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#LaEstampa | La golpiza al ladrón de la 'Combi'

La escena de la golpiza a un asaltante abordo de una unidad de transporte público es una tragedia porque revela la desesperación inaudita de los pasajeros.
jue 06 agosto 2020 11:59 PM
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El frustrado asalto y la golpiza habrñían sucedido el pasado 31 de julio.

Un ladrón se mete a un vehículo de transporte público y amenaza de manera violenta y vulgar a los pasajeros.

“A ver, hijos de su puta madre. Ya se la saben”, dice, antes de llevarse el teléfono celular de un hombre. Al tratar de escapar, algo le sale mal. Los pasajeros logran jalarlo hacia adentro de nuevo y la puerta se cierra.

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A continuación, cinco minutos de furia. Los pasajeros golpean al ladrón y, quizá sin tener plena conciencia de lo que dicen, le reclaman airados e indignados. “¡Pinche ratero culero!”, le grita uno, mientras lo golpea en el piso. Llueven profanidades, patadas y jalones.

“Ah, pero venías bien león, ¿no?”, dice un pasajero. “Para que sientas lo que sentimos”, dice otra persona, con la voz temblando de hartazgo y coraje.

La escena completa es una desgracia. Lo es por el ladrón, que comete un crimen seguramente por necesidad. Esto no implica disculparlo, pero sí exige entender a fondo las razones detrás de su conducta. No atraca por maldad, solamente. Algo lo llevó a esa vida de crimen.

Sobre todo, claro, la escena es una tragedia porque revela la desesperación inaudita de los pasajeros, quienes, como el propio ladrón sugiere, “ya se la saben”. ¿Cuántas veces habrán vivido algo similar, en esa ruta Texcoco-Lechería u otra diferente? Muchas.

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Se les nota en la voz y en la rabia, plenamente entendible. Golpean al ladrón como venganza ante el acto inmediato del robo, pero también lo hacen para desfogar la angustia cotidiana que genera el desamparo de una autoridad ausente.

Y no se trata solo de una autoridad, aunque la primera que viene a la mente, por supuesto, es la del Estado de México, tierra de impunes desde hace años. En México, por desgracia, se trata de la autoridad en general.

El criminal delinque porque confía, antes que nada, en su impunidad. Sabe que la probabilidad de enfrentar a la justicia es casi nula. Por eso, en efecto, va “como león” por los bienes y la dignidad del prójimo.

La golpiza que todos vimos es la más dolorosa representación de la frustración colectiva. Es lo que deja la indefensión. Duele, pero no sorprende.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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