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Pemex: ¿por las redes o por los peces?

El Estado mexicano debe plantearse que tiene que garantizar Justicia y Seguridad o mejor procedemos a declarar el pacto social como oficialmente disuelto.
mar 04 agosto 2020 06:20 AM
Emilio-Lozoya
El político en la mira de la FGR.

Cualquier Estado, que aspire a ser digno de tal nombre, debe garantizar a su sociedad por lo menos dos bienes cuya responsabilidad no puede ni debe ser subrogada: la Justicia y la Seguridad, así con mayúsculas. A riesgo de perpetuarse como un mero cascarón recaudador (y de los malos, por cierto), el Estado mexicano debe plantearse que en dicha disyuntiva se juega su misma existencia; o garantiza razonablemente bien ambos valores o mejor procedemos a declarar el pacto social como oficialmente disuelto, y a defendernos por nuestros propios medios.

Por supuesto, quienes creemos en el valor intrínseco de la existencia del Estado –aun en su versión mas minimalista– no podemos resignarnos con un Estado incapaz de atender sus responsabilidades inexcusables, bajo riesgo sufrir una vida a lo Hobbes: “solitaria, pobre, breve, desagradable, brutal y corta”.

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La deuda en materia de seguridad es amplia y todos los días cobra sus intereses en sangre, vidas y familias destrozadas, pero de lo que hoy toca hablar es de la otra deuda, la deuda en justicia, específicamente en materia de combate a la corrupción e impunidad. El balance negativo en este respecto es tan oprobioso, que puede percibirse que amplios sectores de la población, habiendo explicablemente renunciado a su aspiración de justicia, se conforman con el desquite; el escarnio público como catalizador de catarsis de masas, que ni conocen ni esperan la justicia.

El caso del exdirector de Pemex, que acapara desde hace días la atención nacional, es muy ilustrativo de este estado de cosas. Ahora, revisémoslo a la luz tanto de la desafortunada y contraproducente obsesión por los peces gordos, como del sistemático olvido de las redes de corrupción.

Empecemos por verdades que no por evidentes desmerecen ser recordadas en este contexto: Lozoya no actuó solo, la corrupción en Pemex no empezó y muy probablemente tampoco acabó durante su gestión; por último, la incompetencia manifiesta de algunas autoridades merece mención aparte.

Vamos por partes, ni Lozoya, ni Borge ni los Duartes (por mencionar solo algunos nombres) actuaron por cuenta propia sino auspiciados por un entorno estructural favorable al abuso y la impunidad. Si bien son suficientemente responsables de lo que se les imputa, de ninguna manera podemos menospreciar la “colaboración” de docenas de personas, en diferentes órdenes de gobierno, con diversos grados de responsabilidad, que cometieron actos de omisión, negligencia y complicidad.

La obsesión por los “peces gordos” se olvida del entorno estructural de reglas laxas u omisas, así como del conjunto de personas que de alguna manera se prestaron y prestan al saqueo. El siguiente “pez gordo” seguro abrevará de las mismas fuentes si estas continúan intocadas.

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Pemex no solo es notable por la tremenda desgracia financiera en que se ha convertido (no sin bastante “ayuda”, por cierto), sino por haber albergado en todo sexenio notables escándalos de corrupción y cada vez más notorios a partir de que la transición democrática abrió más posibilidades para el periodismo de investigación. Por ello, los directores de Pemex no llegan a corromper la institución, sino quizá justo por sus perfiles son enviados a un entorno que, por décadas, sexenio tras sexenio, ha llenado bolsillos de administradores, sindicato y contratistas. Bajo estos esquemas, la pregunta no es ¿por qué está quebrado Pemex?, sino cómo pudo haber durado tanto sin quebrar. Lozoya no habría inaugurado la corrupción en “nuestra” petrolera, sino ejercido su turno al “bate”.

Por último, involucrados en lo que no debió haber ocurrido jamás en Pemex hay muchos mas corresponsables que ERLA (como ha pedido que se le refiera mientras ejerce su defensa) entre los que están la mayoría de los integrantes del Consejo de Administración que avalaron la compra a sobreprecio de la paraestatal. Una vez más, ERLA no actúo solo y sin embargo las menciones a su nombre y las omisiones de muchos más harían parecer que así fue. La corrupción siempre actúa en redes.

Mención aparte merecen las investigaciones inconclusas sobre el caso de los presuntos sobornos de Odebrecht que en toda Latinoamérica han motivado órdenes de aprehensión y enjuiciamiento del más alto nivel, que no veremos en México porque el caso de financiamiento ilícito de la campaña de 2012 habría prescrito oficialmente desde el 3 de junio de 2019, de acuerdo con la Fiscalía Especial en Delitos Electorales (FEDE antes FEPADE). Reiterando, la corrupción es cosa de redes de funcionarios cómplices por omisión en el control, comisión del acto corrupto o de una conveniente justicia lisiada. Podemos seguir agarrando los peces gordos que quieran, pero en tanto no se corrijan estas fallas estructurales, solo habrá espectáculo para un rato, para disfrute de las masas y beneficio de los distractores.

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Nota del editor: el autor es politólogo, integrante del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Nacional Anticorrupción.

Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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