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Emergencia, oposiciones y aprobación presidencial: ¿una “nueva normalidad”?

Tal vez la estabilidad de la aprobación del presidente en lo que va de la emergencia sea un testimonio de la desazón creada por la emergencia misma y la falta de oposiciones viables.
mar 04 agosto 2020 11:59 PM
AMLO Peña
El presidente ha mostrado confianza en sus cifras de aprobación.

Antes de la emergencia por el nuevo coronavirus, la aprobación presidencial ( https://oraculus.mx/aprobacion-presidencial/ ) mostraba una sostenida tendencia a la baja. En febrero de 2019, alcanzó un máximo de 80%, para marzo de 2020 había caído a un mínimo de 59%. La desaprobación, en ese mismo periodo, pasó de 15 a 36%. En abril y mayo pasados, ya en plena epidemia, las cifras mostraron un ligero repunte: 63% y 60% a favor, 30% y 31% en contra, respectivamente. Para junio ya estaban, no obstante, en los mismos niveles de marzo, la aprobación en 59% y la desaprobación en 35%.

Ya fuera porque la ciudadanía valoró bien la respuesta inicial del gobierno a la emergencia, o por eso que en la ciencia política se denomina un “efecto rally” (una mejora de corto plazo en la popularidad de un líder durante un periodo de peligro o amenza social), lo cierto es que el saldo en la aprobación presidencial tras los primeros cuatro meses de la emergencia fue, básicamente, tablas.

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Habrá partidarios que interpreten ese dato como una prueba de la esperanza que todavía inspira López Obrador, como una demostración de que el respaldo democrático de sus 30 millones de votos sigue vigente. Y habrá detractores que lo interpreten como una señal de que la mayoría de los mexicanos no quiere habérselas con el rumbo por el que su presidencia encamina al país, como una muestra de que muchos prefieren seguir creyendo en la narrativa de la autodenominada “cuarta transformación” que caer en la cuenta de sus resultados.

Más allá de los aciertos o defectos de una u otra interpretación (y del curioso hecho de que no sean del todo incompatibles), postulo una tercera hipótesis: que la estabilidad de la aprobación del presidente en lo que va de la emergencia sea testimonio no tanto de la legitimidad que aún conserva, ni de que buena parte de los mexicanos esté en negación sobre su gobierno, sino de la desazón creada por la propia emergencia y de la falta de oposiciones viables. Me explico.

Responder “apruebo” en una encuesta no dice nada sobre las causas ni la historia detrás de esa aprobación. Que en un contexto de adversidad alguien reafirme determinada preferencia política no necesariamente significa que mantenga una convicción o creencia intacta respecto a dicha preferencia, que no esté consciente de sus fallas o déficits. Puede significar otras cosas.

Por ejemplo, que no hay condiciones para que cambie de preferencia, que permanece en la misma porque no tiene, no percibe que tenga, mejores opciones. Pasa todo el tiempo. Hay seguidores de tal o cual equipo deportivo que no dejan de apoyarlo aunque tenga una pésima temporada, o incluso varias al hilo. Hay parejas que permanecen juntas a pesar de llevar mucho tiempo sin estar realmente bien. Hay gente a la que no le gusta su trabajo pero no por eso renuncia a él. No es absurdo, es difícil. Pueden sobrar motivos para irse; sin embargo, a veces las personas se quedan porque la situación es complicada y no tienen a dónde más ir.

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Que la emergencia haya detenido la caída que venía experimentando la aprobación presidencial casi desde que empezó el sexenio puede ser, como decía al inicio, un fenómeno momentáneo. Pero también puede ser un síntoma de que en tiempos extraordinarios y ante la ausencia de alternativas, este sea el principio de una “nueva normalidad”.

Por un lado, la incertidumbre y el temor que provoca la emergencia, la conmoción y el abatimiento propios de una crisis sin precedentes; por el otro, la inexistencia de oposiciones organizadas y creíbles, la sensación de que no hay opciones ni horizontes. ¿Resultado? Una suerte de impasse en donde el ánimo social oscile entre el miedo y la apatía; un statu quo en el que las autoridades no quieren ya hacerse cargo de la emergencia aunque de todos modos traten de aprovecharla cuanto sea posible; una vida política, en suma, a medio camino entre el conservadurismo lopezobradorista y la desafección como disidencia.

"Me voy a poner un tapabocas cuando no haya corrupción" | #EnSegundos

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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