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#ColumnaInvitada | La visita que tanto temen

Se equivocan quienes anticipan una visita catastrófica para el presidente López Obrador y un tanque de oxígeno urgente para Donald Trump.
mar 07 julio 2020 06:20 AM
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La visita del presidente será este miércoles 8 de julio.

La preocupación no era para menos, el presidente de los Estados Unidos viajaría a México a hacer las paces con un gobierno que se había manifestado a favor de Cuba en la Organización de Estados Americano (OEA) y además otorgaría un inmerecido espaldarazo a su homólogo Adolfo López Mateos, quien se encontraba en un momento de bajísima popularidad.

Sin embargo, el cálculo político de Kennedy se impuso y viajó con su esposa al mismo país donde antes había decidido pasar su luna de miel, en la bahía de Acapulco, y que ya era una pesadilla para los servicios de inteligencia estadounidenses, mucho más cuando se anunció que sería una estancia de tres días casi completos, precisamente del 29 de junio al primero de julio de 1962.

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Desde su arribo al aeropuerto de la Ciudad de México, la visita de los Kennedy fue un sueño del turismo más que un encuentro de Estado. Las reseñas y los encabezados de la prensa de los Estados Unidos harían palidecer o enojarían a quienes critican todos los días los elogios y las preguntas a modo que ocurren a diario en las mañaneras por parte de los persistentes periodistas que, de la noche a la mañana, destacaron en el firmamento de los medios de comunicación mexicanos.

“Un millón festeja” a la pareja presidencial estadounidense, cabeceó en primera plana The New York Times de entonces, con nota firmada por otro Kennedy, Paul P., en reporte especial para el diario. “Nunca antes visto”, “ni un solo incidente de consideración”, fueron los titulares y comentarios que llenaron de adjetivos el encuentro por parte de esa misma prensa del norte que hoy es acusada de parcial y falsa por el mandatario de su propia nación.

Por su lado, López Mateos, atacado por la oposición conservadora nacional por sus políticas sociales orientadas a los segmentos de trabajadores y campesinos, su crítica abierta a los empresarios de la época, y su pretensión de regresar al Estado el control de la producción de energía eléctrica, fue el anfitrión perfecto, junto a miles de capitalinos que disfrutaron con la presencia de los Kennedy en la Basílica y en el Museo de Antropología, entre otros lugares emblemáticos para los visitantes internacionales a la capital.

En la cumbre del recorrido, la voz suave de Jackie Kennedy dirigió un discurso en español que opacó la figura de su carismático marido. Fue perfecto. En lo político y en lo diplomático.

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Cincuenta y ocho años después, el presidente Andrés Manuel López Obrador hará una visita muy similar, pero en dirección opuesta. Con un récord internacional envidiable hasta la fecha para un mandatario que elige no viajar (regreso al Consejo de Seguridad de la ONU, entrada en vigor del T-MEC, la cancelación unilateral de aranceles, la participación en la Organización Mundial de la Salud para buscar la vacuna del Covid-19 y puentes más que aéreos con China), el primer mandatario mexicano acudirá a verse con el presidente Donald Trump.

El romanticismo de unos y la mezquindad de otros asegurarán que nuestro presidente no es Kennedy y que Donald Trump tampoco se parece a López Mateos. Puede ser cierto, aunque en lo que se equivocan es en anticipar una visita catastrófica para el presidente López Obrador y un tanque de oxígeno urgente para Trump.

Primero, porque no es el mismo escenario, ni tampoco son los mismos personajes y la diplomacia es la elección de los mejores momentos disponibles. El candidato Donald Trump que vino con todo el protocolo posible a visitar a Enrique Peña Nieto, por recomendación y operación de su canciller en ese entonces, Luis Videgaray Caso, dista mucho de ser el Trump presidente de los últimos cuatro años, y el gobierno de López Obrador no podría ser más distinto al del sexenio anterior, incluso a los ojos de los mismos servicios de inteligencia que se escandalizaron cuando Kennedy decidió venir en auxilio de López Mateos.

Cualquier Embajadora o Embajador sabe que la reputación de sus naciones es un activo determinante para su éxito en el extranjero. Podrá haber quejas sobre la administración actual, pero ningún cable diplomático serio considera que este gobierno vaya en contra de los intereses privados o pretenda un viraje a modelos económicos y políticos que solo sirven para espantar a quienes se manifiestan en coche durante la pandemia.

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Así que los temores son infundados, y se entienden, porque la diplomacia mexicana regresó a principios tan clásicos que es necesario buscarlos en los libros de historia. No obstante, el Canciller a cargo, Marcelo Ebrard Casaubón, conoce mejor que nadie los entretelones de un encuentro de esta magnitud y no dejará un solo cabo suelto, con Estados Unidos o con Canadá.

Los riesgos, como siempre, estarán presentes, pero la moneda en el aire lo amerita: el tratado comercial más importante de Norteamérica, una herramienta de oro si las tres naciones quieren atenuar la crisis que provoca el Covid-19. Solo por eso ahí estarán los tres mandatarios, seguro dos, para atestiguar su lanzamiento; cómo aprovechen en lo político la visita, será tema de otros días.

"Que se compartan más los instrumentos de trabajo” | #EnSegundos

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Nota del editor: las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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