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Cuarentena: las alarmas desde arriba

No hay error ni crítica que valga para desoír el mensaje: todos a quedarnos en casa. Y si AMLO quiere seguir con sus giras, allá él. Su mal ejemplo no nos excusa de hacer lo que nos toca: cuidarnos.
mar 31 marzo 2020 06:40 PM
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Reporte diario del coronavirus. Conferencia del sábado 28 de marzo.

Ahora sí las palabras, el tono y el elenco transmitieron sin ambigüedades la amenaza. Lo del sábado en la tarde fue un inusual despliegue de solemnidad. Desde el principio se hizo evidente algo parecido a la virtud que los romanos llamaban gravitas, una mezcla de severidad y decoro, una suerte de dignidad que dota de fuerza moral a una persona o circunstancia. El subsecretario López-Gatell fue directo: “queremos compartir un mensaje de especial importancia para que la sociedad pueda tener una noción clara e inconfundible del momento de oportunidad que vivimos y de los riesgos que implicaría desaprovecharlo”. No fue otra conferencia de rutina, fue un parteaguas en la comunicación de la emergencia sanitaria.

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Participaron, además del otro vocero técnico, dos secretarios, el de Salud y el de Relaciones Exteriores. El primero, como subsanando sus inexplicables ausencias; el segundo, aportando el peso político que no tiene ningún otro integrante del gabinete. Atrás los flanqueaban varios expertos de un grupo técnico-científico y un comando operativo cuyas responsabilidades públicas y credenciales académicas el subsecretrario fue repasando una por una. Visualmente destacaban las batas blancas, el uniforme de batalla de un teniente de la Marina y la seriedad de todos los rostros. Era la imagen de un equipo de profesionales y especialistas haciéndose cargo, tratando de proyectar autoridad, la representación de un gobierno tomando decisiones de la mayor importancia. (El presidente de la República, por cierto, no estuvo ahí: se fue de gira).

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En el contexto más amplio, sin embargo, subsisten algunos contrastes. Uno es el desaseo jurídico que ha imperado en la respuesta oficial. Por ejemplo, los retrasos primero en la convocatoria y luego en las labores del Consejo de Salubridad General; la ausencia de contenidos más concretos que acaben de aterrizar la declaratoria de acción extraordinaria en materia de salud; o la difusión de anuncios o medidas sin su correspondiente fundamento normativo. Porque el uso oportuno de los instrumentos legales no es un lujo ni un mero formalismo, es una necesidad para generar certeza y orden durante la propia emergencia, incluso para evitar decisiones atropelladas o excesivas. Como escribió el ministro en retiro José Ramón Cossío, quien ha dado puntual y exhaustivo seguimiento a este tema, “cuidemos las formas y las formas nos cuidarán”.

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Otro contraste tiene que ver con la descoordinación entre instancias gubernamentales y distintos niveles de gobierno. Por una parte, se echa en falta un gabinete funcional y unido, con más capacidad de mando y al mismo tiempo instrucciones más precisas, en el que todos trabajen en concierto conforme a las prioridades que impone la emergencia. Por otra parte, los gobiernos estatales están actuando cada uno por su lado, según sus criterios y cálculos, sus posibilidades y restricciones. Unos mejor que otros, puede ser, pero al final haciendo muy evidente la existencia de un vacío, procurando organizar en el ámbito de cada entidad lo que la federación tendría que estar organizando a nivel nacional. No se trata de pasar por encima del sistema federal; al contrario, se trata de articular institucionalmente a todas sus autoridades. Sobra desgobierno, falta Estado.

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Un último contraste es el que ofrece el hecho de que a estas alturas no haya un paquete integral de acciones inmediatas y un mensaje igual de claro e inconfundible como el del sábado, pero respecto a la emergencia económica. El problema es global, pero las reacciones para mitigarlo son nacionales. Y no son, no pueden ser, solamente de política monetaria. Es indispensable un ambicioso plan de política fiscal, que arroje a la basura tanto la mal entendida austeridad como la fobia conservadora contra la deuda. Hasta los neoliberales más ortodoxos lo admiten: es momento de estimular la demanda, de proteger el trabajo, de gastar y dar garantías como si no hubiera mañana. Otra vez: sobra incertidumbre, falta Estado.

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A pesar de esos contrastes, que afortunadamente todavía pueden corregirse, el mensaje fundamental se escuchó claro y fuerte. No hay error, no hay crítica ni inconformidad que valga para desoírlo: todos a quedarnos en casa. Si el presidente quiere seguir con sus giras y sus provocaciones, allá él. Su mal ejemplo no es excusa ni pretexto para desentendernos de nuestra responsabilidad ciudadana. En esta emergencia nos tenemos que cuidar entre todos. Qué alivio que hayamos jubilado la discusión sobre el falso dilema entre la economía y la salud ( https://buff.ly/2WSfuey ). Ojalá que ahora discutamos, y en calidad de urgente, cómo ayudar a quienes viven al día a aguantar la cuarentena.

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Nota del editor: Las opiniones de este artículo son responsabilidad única del autor.

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