El COVID-19 deja a los católicos de México sin su festejo masivo a la Virgen

A diferencia de años previos, en los que millones de feligreses acudieron a la Basílica para el día de la Virgen de Guadalupe, esta vez son pocos los que se aventuran debido a la pandemia.
Este año, solo unos pocos feligreses decidieron peregrinar a la Basílica. La situación también ha afectado a quienes venden artículos religiosos.

XALITZINTLA, Puebla.— José Mario camina en medio del bosque rumbo a la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México, en busca de un "milagrito" contra la pandemia que este año, por primera vez, obligó a millones de peregrinos a celebrar desde casa la fiesta de la Virgen Morena.

De barba cana, José Mario es de los pocos fieles que decidieron caminar los 130 kilómetros que separan a Puebla de la capital mexicana, donde se erige uno de los santuarios religiosos más visitados del mundo.

Sudoroso, avanza con su sobrino y un cuadro de la Virgen de Guadalupe a la espalda. Hasta el año pasado, caminaba con miles de personas que esta vez desistieron de viajar, ya que el templo permanecerá cerrado desde este jueves y hasta el domingo, para evitar aglomeraciones y contagios de COVID-19.

"Van a faltar muchos. Yo estuve pensando: 'Si la van a cerrar, me voy dos días antes y de todas maneras llego a tiempo'", dice José Mario, soldador de 55 años.

La fiesta de la Virgen se celebra el 12 de diciembre pues, según la creencia católica, ese día de 1531 la patrona de México se le apareció al indígena Juan Diego, canonizado en 2002.

"Le adelantamos su día de felicitaciones a la Virgen", dice José Mario. "Le vamos a pedir si en algún momento en este accidente del virus, a ver si por su intercesión, (hay) un milagrito".

Los festejos congregan cada año a millones de personas que peregrinan desde distintas regiones mexicanas e incluso desde otros países latinoamericanos.

Es la principal celebración religiosa de México, el segundo país con más católicos en el mundo después de Brasil.

"Ahorita no hay ninguno"

En Santiago Xalitzintla, Puebla, donde usualmente los creyentes se detienen a descansar, no se observan romerías. "Ahorita no hay nadie", dicen vendedores y autoridades.

"Ha estado restringido, no hay mucho compañero, mucho peregrino", comenta Juan Carlos Hernández, jardinero de 45 años.

"Vamos con el riesgo (de no saber) si podemos entrar a la Basílica o llegar nada más al atrio", agrega.

En el cercano poblado de San Nicolás de los Ranchos, donde los peregrinos también acostumbran recargar baterías, tampoco hay fieles, en parte por los llamados de la propia Iglesia para que la gente permanezca en casa.

"Se les ha hecho ver que pueden honrar a la Santísima Virgen en su hogar con todas las providencias", afirma el párroco del lugar, Francisco Sales, de 56 años. "(Por) aquí pasan los peregrinos, incluso se quedaban, ahorita no hay ninguno".

Fuera de su parroquia, Julia Capulín, de 55 años, vende alcancías con forma de animales y superhéroes. Vivía de sus juegos de feria callejeros, pero la pandemia fulminó el negocio.

El año pasado viajó a la Basílica; ahora, entre el cierre del recinto, la crisis económica y los familiares que fallecieron por COVID-19, decidió quedarse.

"(Le pido a la Virgen) que nos ayude a salir de esta epidemia, que nos dé fuerzas. Hemos perdido a mucha familia", dice con la voz quebrada.

Negocio golpeado

Al igual que José Mario, otros devotos viajaron a la Basílica antes del cierre, aunque están lejos de los 10 millones que visitaron el lugar en 2019.

A su llegada, las autoridades les tomaban la temperatura y les suministraban gel antibacterial, ya que la situación en la capital es crítica ante el aumento de las hospitalizaciones.

"(Decidimos) venir a dar gracias porque seguimos con salud (...) Este año ha sido muy difícil", comenta Diana, de 28 años, junto a sus dos hijas.

La poca afluencia supone un nuevo golpe para los comerciantes de artículos religiosos en los alrededores del templo.

"Ahorita estamos saliendo desde temprano (...) a conseguir algo de dinero para llegar a la casa", relata Vladimir Sosa, de 22 años, vendedor de crucifijos e imágenes de la Virgen, quien calcula que las ventas han caído entre 70% y 80%.