#100DíasConAMLO: Un presidente fuerte… pero aún sin las riendas
CIUDAD DE MÉXICO (ADNPolítico). - “Tengo las riendas del poder en las manos”, sentenció el presidente Andrés Manuel López Obrador con el puño cerrado como si sujetara algo frente más de 80 periodistas que con expectación se dieron cita en la Salón Tesorería del Palacio Nacional para atender la primera conferencia matutina del nuevo mandatario.
Habían pasado dos días de su investidura como presidente. Su gobierno se estrenaba y aquella declaración recordaba aquellos tiempos en los que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tenía el dominio en el país, con amplias mayorías en el Congreso y una figura presidencial preponderante en el quehacer político.
A 100 días de su gobierno, politólogos señalan que aunque López Obrador es un presidente que domina la agenda pública y que tiene amplia aprobación entre la población (78% según la última encuesta de El Financiero) no se puede comparar con el poder que en aquellos años ejerció el PRI, pues aún con mayoría en ambas cámaras está lejos de tener el control del poder.
“No tiene el control de los hilos del poder porque el PRI controlaba medios de comunicación, empresas estatales, gobernadores, el PRI controlaba todo. En la actualidad no tiene ese control. El poder está fragmentado y va a seguir fragmentado”, señala Sergio Aguayo, académico del Colegio de México.
Para Gustavo López Montiel, académico del Tecnológico de Monterrey, uno de los elementos esenciales para que el presidente pueda afirmar que tiene “las riendas” es que el Estado garantice la seguridad de los mexicanos y que no se ha logrado.
“No tiene las riendas del poder porque el poder del Estado se asocia a la seguridad. Y en México todavía no hay esquemas de seguridad”, señala el académico y politólogo.
Es precisamente ese tema el que ha estado fuera de sus discursos, de acuerdo con Luis Estrada —director de SPIN-Taller de Comunicación Política—, quien ha dado seguimiento a las conferencias matutinas del presidente.
"Estamos ante el trimestre más violento de la historia. El presidente no habla de la seguridad en sus mensajes de las mañanas (...) A pesar de que dijo que iba a tener una reunión previa con su gabinete para ver ese tema, pero no se habla de eso", señala Estrada.
¿Modelo del pasado?
Tal y como se configura ahora el gobierno, López Montiel advierte en López Obrador la intención de retornar al presidente algunas de las facultades que en su momento tuvieron figuras como Carlos Salinas de Gortari y Luis Echeverría, lo que puede traer riesgos a la democracia.
José Luis Méndez, investigador del Colegio de México, en contraste, reconoce que aún con los riesgos que representa la concentración de poder tal como ocurre con López Obrador es parte de la democracia que hace 20 años no le daba dominio a un presidente.
"Habrá que esperar para ver cómo evoluciona, sí involucra mayor concentración del poder, mayor unificación del poder, pero no parece que esté afectando la democracia de una manera preocupante", dice Méndez.
Presidente ¿‘omnipresente’?
La llegada de López Obrador a Palacio Nacional parece tener los tintes de aquello que Jorge Carpizo denominó como presidencialismo mexicano en 1978, donde el presidente, y primer priista de la nación, dominaba la agenda y todos los aspectos de la vida nacional.
De lunes a viernes, a las 7:00 horas, el presidente ofrece una conferencia de prensa que se replica por diversos medios de comunicación y en redes sociales. Los fines de semana visita los estados del país, donde mantiene contacto con la gente.
Esta presencia casi permanente es uno de los éxitos que reconoce Sergio Aguayo, quien ve a la oposición debilitada. Sin embargo, asegura que ello no implica un respaldo total hacia su gobierno.
“La sociedad no está dando cheques en blanco, está valorando lo que hacen o dejan de haber los gobernantes y en función de eso se les dan aprobaciones que no son jamás cheques en blanco”.
Por otro lado, Luis Estrada considera que a pesar la carga de temas en la agenda nacional complica que el presidente pueda colocar su mensaje con contundencia, además de que él mismo como vocero único del gobierno complica esa tarea.
"El presidente centraliza toda la información, no permite que nadie más le quite espacio mediático en términos de la comunicación del gobierno eso por supuesto crea un cuello de botella y está entorpeciendo el flujo de información”, considera.
Un ojo en cada estado
Los llamados ‘súperdelegados’ es otro de los puntos que remiten a aquel modelo presidencial que moldeó el PRI, pero que también tiene una raíz en los abusos que cometieron en el pasado algunos de los gobernadores, de acuerdo con José Luis Méndez, investigador del Colegio de México.
"La experiencia del federalismo mexicano, por desgracia, no es muy buena. Ahí tenemos a todos los gobernadores acusados, encarcelados por corrupción, hace muchos años se veía al federalismo con ojos más positivos de los de ahora, no es necesariamente malo, vamos a ver si con eso logra reducir la corrupción”, dice el académico.
Con López Obrador como jugador principal, los mandatarios estatales han perdido fuerza en la escena política, mientras que a través de su partido, Morena, el presidente gobierna cinco entidades —entre ellas la Ciudad de México, capital del país— una situación que corresponde a los años del PRI en el país.
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Esta aparente ausencia de los gobernadores como figura de contrapeso puede deberse a la dependencia económica que tienen los estados hacia la federación, de acuerdo con López Montiel, pues les han quitado capacidad de maniobra pues el suministro de recursos sirve en ocasiones como mecanismo de presión.
La mano que mueve todo
La figura presidencial como actor predominante es otro de los factores que remite a los tiempos del priismo, cuando todas las decisiones caían en manos del jefe del Ejecutivo y que se acotó con los años a través de órganos autónomos.
En las últimas semanas el presidente ha abierto un frente contra este tipo de organismos que le restan margen de maniobra: mientras que a unos los descalifica, en otros nomina a cercanos o a gente inexperta en la materia.
“Obviamente los ve como una amenaza y por eso lo que hace es minar su capacidad de control. No sé si veremos el desmantelamiento, pero sí por lo menos la erosión de capacidades”, dice López Montiel.
Otra muestra de cómo el Ejecutivo poco a poco acapara facultades y capacidades son las compras concentradas en la Secretaría de Hacienda y la entrega de apoyos de manera directa y sin intermediarios.
Una 'aplanadora' llamada Morena
Con el Congreso de su parte, parecieran restablecerse esas ‘aplanadoras’ priistas que aprobaban todo desde su curul 'sin chistar’, sin embargo, para Méndez, la actuación de algunos legisladores Morena parece dar muestra de lo contrario.
“Hubo voces al interior de Morena que expresaron puntos de vista diferentes –como Tatiana Clouthier– y eso revela una diferencia, podemos observar semejanzas y diferencias”, señala el académico.
Temas como la aprobación del presupuesto, el nombramiento de Alejandro Gertz Manero y la ampliación del catálogo de delitos para prisión preventiva oficiosa han hecho evitende la capacidad de maniobra que tiene el partido mayoritario.
Un último elemento que parece coincidir con la época priista es algo que Carpizo llamó la “institucionalización del Ejército” y que, a decir de López Montiel se ve en las acciones del actual gobierno que ha dado no solo más recursos sino capacidad de ejecución incluso en obras públicas como el aeropuerto de Santa Lucía.
Que comienza la cuenta…
Cumplidos los 100 días, al gobierno de López Obrador inicia un periodo para demuestrar la eficacia de sus acciones con resultados que le permitan ahora sí "tomar las riendas”.
Ahora viene el reto de su eficacia, todavía no están reduciéndose la inseguridad, todavía la economía no crece al 4% que prometió, es decir, esto apenas empieza".
Por ahora, el presidente echa mano de un discurso en el que atribuye los problemas a quienes estuvieron antes que él en el gobierno, pero a decir de politólogos ese será un discurso que podrá agotarse conforme avance el gobierno aunque es probable que el presidente no lo deje de lado.
"Es parte de su escencia. Su discurso no tiene ninguna justificación si no tiene ese factor de acusación del pasado y de responsabilidades. Creo que lo vamos a ir escuchando en más ocasiones para cuestiones que no salgan a su favor", señala Estrada.