Vivir en medio de la 'verbena popular': los vecinos de AMLO
A Alexa Rojas le causa sentimientos encontrados vivir frente la casa de transición del virtual presidente electo Andrés Manuel López Obrador, en la calle Chihuahua de la colonia Roma.
Por un lado, cree que le tocó presenciar un momento histórico en la vida pública del país, pues diario ve entrar y salir a quien en unos meses gobernará el país, el primer presidente de izquierda en México. Pero por otro lado, padece la incomodidad de que decenas de simpatizantes y detractores de López Obrador la despierten desde las 6:00 de la mañana con gritos, consignas y peticiones hechas a través de megáfonos.
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Alexa también lleva casi un mes lidiando con fotógrafos que se suben a la barda de su negocio en busca de una mejor imagen y con ciudadanos que abarrotan la zona y maltratan sus plantas, bloquean su cochera e incluso orinen sus paredes.
"Yo lo que pido es que no tiren basura, que no ocupen mis paredes como ceniceros, (como) baño. Que respeten una propiedad privada", dice a ADNPolítico en entrevista.
Cuando les ha pedido no dañar su propiedad, algunas personas la han agredido verbalmente: "la justificación que dan es que esto es una vía pública, pero yo no puedo permitir que esto se vuelva una anarquía", dice.
Días antes de que el equipo de transición se reuniera con una comitiva de Canadá, encabezada por la ministra Chrystia Freeland, la mujer improvisó señalética afuera de su casa: "no tirar basura", "no sentarse, pararse o subirse en las jardineras. La vía pública no es una excusa o justificación. Respete el entorno".
Peor no sirvió de nada. La afluencia de reporteros, fotógrafos, camarógrafos y ciudadanos ese 25 de julio fue cuando más se "maltrató" su domicilio.
Ese día, recuerda, al término de su conferencia de prensa para dar los pormenores del encuentro con los canadienses, Marcelo Ebrard, futuro canciller mexicano se acercó a ella para disculparse.
Un día después, personal de limpia de la delegación Cuauhtémoc repuso sus plantas.
"Esta parte es la estresante. Yo ya no puedo planear mis clases tranquilamente ni practicar ballet como acostumbraba porque todos los días hay algo", lamenta.
Desde el viernes pasado, se añadió un elemento más: un imitador de Pedro Infante que no se ha cansado de cantar sus canciones afuera de la casa de transición y que Alexa escucha hasta su habitación.
Ella cree que la calle Chihuahua es una zona habitacional que no está diseñada para aguantar 'el efecto López Obrador'. Al igual que ella, dueños de otros negocios en los alrededores del 216 han colgado pancartas para advertir que sus baños no son públicos.
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Ambulantes, peticiones y niños
Este lunes, Andrés Manuel López Obrador no programó actividades públicas, luego de viajar a la Selva Lacandona, en Chiapas, el fin de semana. Aún así, ciudadanos y trabajadores de la prensa montaron guardia afuera de la casa de transición desde las 6:00 de la mañana.
Ernesto Barradas, un zapatero de Naolinco de Victoria, Veracruz, fue el primero en llegar. Tenía la esperanza de conseguir una audiencia con el futuro presidente para pedirle que apoye a los fabricantes de calzado de su municipio para que comercialicen sus productos en las escuelas públicas.
Hasta las 4:30 de la tarde, su viaje de seis horas en autobús, pues seguía esperando a que llegara López Obrador.
Otros ciudadanos entregaron sus peticiones y se fueron. Uno de ellos fue Luciano Salamanca, un niño que viajó 19 horas desde Chihuahua, acompañado de su papá, para entregar una carta que escribió en puño y letra al ganador de la elección presidencial.
Otro padre de familia llegó con sus dos hijos pequeños a pedir apoyo para mantenerlos, pues dice haber sido despedido injustificadamente de su empleo y no tener una fuente de ingresos. Mientras esperaba, el aprovechó para vender chicles a peticionarios y reporteros.