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Roger Bartra: “AMLO quiere volver a una edad de oro que él se inventó”

El académico afirma que López Obrador no lidera un gobierno de izquierda, sino uno reaccionario que busca regresar a esquemas de los 60 y 70 sin equilibrio de poderes y con grandes empresas estatales.
dom 11 abril 2021 11:59 PM
Roger Bartra
Bartra acaba de publicar el libro 'Regreso a la jaula', en el que analiza los dos primeros años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Las ideas de Roger Bartra no son populares en Palacio Nacional. Desde antes de que Andrés Manuel López Obrador asumiera la presidencia, en artículos y entrevistas el académico criticó al fundador de Morena y a su proyecto de gobierno —que no considera de izquierda sino reaccionario—, lo que ha derivado en que el mandatario lo descalifique y lo tache de “conservador”.

Apenas el lunes 5 de abril, en su conferencia de prensa mañanera, López Obrador dijo que Bartra “se cansó” de ser comunista y fue “cooptado” por el grupo del intelectual Enrique Krauze, director de la revista Letras Libres y quien acaba de ser reconocido con el Premio de Historia Órdenes Españolas.

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El presidente respondió así a las críticas que Bartra expone en su más reciente libro, Regreso a la jaula (editorial Debate), en el que el académico sostiene que López Obrador busca que México retome modelos políticos y económicos de las décadas de los 60 y 70, porque está convencido de que el país funcionaba mejor en esa época. Sin embargo —afirma Bartra—, un retorno de ese tipo no solamente no es factible, sino que implicaría retrocesos como revivir viejas prácticas autoritarias.

“(López Obrador ve) una especie de edad de oro que él se ha inventado, porque desde el punto de vista económico, todo el mundo en la posguerra y hasta comienzos de los 70 vivió una época de auge muy importante. Claro, México se benefició de eso, como todos los países, y él tiene esa imagen de que es posible regresar a eso, pero a escala mundial es imposible, y con la pandemia, menos”, dice en entrevista con Expansión Política.

Después de dos años de sexenio y a menos de dos meses de las elecciones intermedias, Bartra considera necesario frenar los intentos por retroceder a modelos del pasado, aunque reconoce que los partidos que hoy están en la oposición cargan con sus propios errores y hasta ahora no han mostrado argumentos y propuestas para poder defender la transición democrática que comenzó en el 2000.

Con este panorama, el sociólogo y antropólogo considera que los resultados de los comicios del próximo domingo 6 de junio aún son de pronóstico reservado.

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Uno de sus puntos centrales es que el gobierno de López Obrador no es de izquierda. ¿De verdad no hay ningún elemento de este tipo en esta administración?
Bueno, no se puede decir que no hay absolutamente nada. Ninguna expresión política ni movimiento político es químicamente puro de derecha o extrema derecha o izquierda, y sobre todo movimientos como el que ha encabezado López Obrador, que se desarrolló en el seno de un partido de izquierda. Desde luego que tiene algunas características que ha ido abandonando. Ya cuando llega al 2018 ha abandonado prácticamente toda posición de izquierda, pero dentro de Morena quedan sectores minoritarios que perdieron las elecciones internas con el grupo de derecha de (Mario) Delgado.

Quedan algunos elementos de izquierda, por ejemplo, la elevación del salario mínimo, acciones concretas, la más o menos legalización de la marihuana, aunque de una manera no muy decidida. Hay algo de retórica izquierdizante, sobre todo en el discurso antineoliberal. No es un discurso anticapitalista o reformista del capitalismo, pero antineoliberal, como una manera de escapar del dilema fundamental de las izquierdas de hoy: ¿qué hacer con el capitalismo?

La izquierda radical es anticapitalista y quiere derrumbarlo. La izquierda socialdemócrata lo quiere reformar. Nada de eso hay en el gobierno de López Obrador”.

¿En el gobierno y en Morena hay socialdemócratas?
No encuentro elementos socialdemócratas. Sí encuentro a personas que vienen de la izquierda maoísta, como (Paco Ignacio) Taibo, pero socialdemócratas no. El que era un socialdemócrata era el primer secretario de Hacienda, (Carlos) Urzúa, que renunció justamente porque no vio ninguna opción posible a sus posiciones. Así es que de socialdemocracia no creo que haya ni pizca. Los elementos socialdemócratas se quedaron en el PRD, los pocos que había.

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Otro punto clave de su libro es que López Obrador tiene un carácter autoritario. ¿De dónde viene ese carácter?
Su origen es muy claro: es el PRI. El autoritarismo mexicano tiene como cuna el PRI. Con el PRI sufrimos décadas de autoritarismo. Ahí es donde se incubó la opción política de López Obrador. Dentro del PRI siempre ha habido una corriente populista nacionalista, generalmente de derecha, aunque en algunos casos se inclinó a la izquierda, como con Lázaro Cárdenas en sus orígenes, con Cuauhtémoc Cárdenas, pero básicamente ese autoritarismo está ligado al populismo nacionalista revolucionario del PRI. Eso es lo que López Obrador arrastró del PRI al PRD y del PRD al gobierno.

¿Cuál cree que es la señal más clara de regresión?
Se puede observar en varios elementos. Su concepción de una economía campesina muy fuerte como opción que permita liberarnos de la dependencia respecto de Estados Unidos. Hay esa idea de la autosuficiencia alimentaria que viene de la época de (Gustavo) Díaz Ordaz, (Luis) Echeverría, (José) López Portillo. La idea de fortalecer el sector estatal de la economía, centrarse en el petróleo, que es una verdadera obsesión y que es el eje del antiguo régimen autoritario, se está rescatando. En varias ocasiones, ha mencionado que admira a (Antonio) Ortiz Mena, el secretario de Hacienda de aquella época.

Hay muchos elementos de esa regresión: la actitud política nacionalista, el intento de rescatar una identidad nacional que él encuentra desdibujada... Esto es un intento de regresar, pero que no solamente es imposible, sino que en el mundo de hoy es algo impensable. Además, él lo plantea en un contexto incoherente, contradictorio; por ejemplo, ese intenso nacionalismo choca con esa entrega vergonzosa que tuvo su gobierno con el gobierno de (Donald) Trump.

¿Diría que López Obrador está obsesionado con un país que se imagina que existió?
Sí, una especie de edad de oro que él se ha inventado, porque desde el punto de vista económico, todo el mundo en la posguerra y hasta comienzos de los 70 vivió una época de auge muy importante. Claro, México se benefició de eso, como todos los países, y él tiene esa imagen de que es posible regresar a eso, pero a escala mundial es imposible, y con la pandemia, menos. Lo que pasa es que, con sus posiciones sumamente reaccionarias, en ese paquete de la edad de oro de los años 60 y 70 incluye todo el autoritarismo, el despotismo del PRI de aquella época, represivo, sin libertad de expresión, una situación terrible que la gente joven difícilmente se puede imaginar.

Puedo entender que la transición democrática que hemos tenido no es la gran cosa, pero comparado con lo que había antes, vivimos tiempos mucho mejores que aquellos”.

En este año de elecciones, ¿qué escenarios ve?
Soy un poco pesimista. La influencia del presidente es enorme. Ha utilizado y ampliado los poderes del Ejecutivo inmensamente, así que es una situación difícil. Todo lo que huele a transición democrática, como los tres partidos que la propiciaron, con todos sus enormes defectos, el INE, los medios, eso es lo que yo temo que se pueda perder. Eso es lo que está en juego. Desgraciadamente, todo eso está representado por tres partidos que dejan mucho qué desear: el PRI, porque es el representante de décadas de autoritarismo y corrupción; el PAN, porque es la derecha política y, aunque hay un ala centrista, es bastante reaccionario; el PRD, porque es un partido bastante maltratado porque se fue mucha gente hacia Morena. Pero dependemos de esos tres partidos para que la democracia no entre en un serio declive y haya una deriva autoritaria muy fuerte…

Yo espero que se pueda detener y que haya un equilibrio de poderes como el que hubo en toda la transición democrática. No es lo ideal, pero es mejor que el regreso que López Obrador pregona. La moneda está en el aire y no sabemos qué va a pasar. Por el nerviosismo del presidente, uno diría que debe tener otros datos que no conocemos, que esos otros datos le indican que podría no tener una mayoría aplastante en las elecciones.

¿Observa conciencia en la oposición sobre el papel que le toca jugar?
Hay una mezcla extraña. Conciencia de eso hay en muchos dirigentes, pero también hay un gran oportunismo por lograr posiciones políticas que van acompañadas de dinero, de presupuesto, hay una mezcla de oportunismo y de conciencia cívico-democrática que intenta avanzar en ese logro de equilibrar más el sistema político mexicano. Es una situación muy difícil porque son partidos que quedaron muy debilitados en 2018, pero no han perdido sus estructuras, ahí están, y es posible que la enorme influencia del presidente no surta efecto en cada distrito electoral, en cada estado y en cada municipio, pero ese es quizá mi lado optimista y esperanzador.

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