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OPINIÓN: El primer debate, ¿un cambio sustancial en la campaña?

Más allá de lo incidental, veremos los efectos de este debate presidencial en la intención de voto en los siguientes días, opina Marco A. Morales.
lun 23 abril 2018 10:35 AM

Nota del editor: Marco A. Morales es Investigador Afiliado al Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Su cuenta de Twitter es @marco_morales. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.

(ADNPolítico) – La noche de ayer sucedió el primer debate entre candidatos a la presidencia. Muchas plumas darán su opinión sobre la minucia de lo ahí sucedido. Lo más importante del debate, sin embargo, son sus implicaciones. Para entenderlas, es necesario proveer un poco de contexto.

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Primero. Llegamos al primer debate sin cambios sustanciales en preferencias electorales desde que empezó la campaña. Si interpretamos correctamente la información que presentan los agregadores de encuestas ( Oraculus , Bloomberg , El País ), hay dos conclusiones ineludibles sobre el estado de las preferencias electorales: (i) Andrés Manuel López Obrador llega como el indiscutible puntero en intención de voto con una ventaja de alrededor de 10% de los votos sobre sus contrincantes más cercanos, y (ii) contrario a lo que la comentocracia argumenta, Meade y Anaya llegan – estadísticamente – empatados en intención de voto.

Segundo. Llegamos al primer debate sabiendo que los debates no influyen en las preferencias electorales. Al menos, la investigación científica no ha podido demostrarlo. La razón es sencilla: típicamente los votantes que pueden ser influenciados no ven los debates presidenciales ni consumen noticias políticas. Lo único que la ciencia ha comprobado es que ciertos eventos de campaña – como los debates – aumentan el entusiasmo de quienes responden encuestas y generan la percepción de un cambio de muy corto plazo en intenciones de voto.

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¿Podría este debate ser distinto? Posiblemente, dado el contexto y si se cumplen algunas condiciones. Empecemos por decir que esta no es una elección típica en México por dos razones: hartazgo y polarización. Encuesta tras encuesta ha documentado un creciente hartazgo con la situación política, la situación económica y la corrupción. Este periodo electoral se perfila como uno de los más polarizados políticamente en la historia reciente, superando lo visto en 2006. El hartazgo y la polarización política en un país son terribles, pero motivan a los ciudadanos a involucrarse políticamente.

Si la combinación de estos dos elementos ha generado mucho más interés en la elección entre los partidistas blandos y los motivó a ver el debate, la dinámica de la campaña podría cambiar. Si Ricardo Anaya o José Antonio Meade logran posicionarse en el debate como la única alternativa viable a López Obrador, podrían convencer a suficientes votantes para traducir esta percepción en intención de voto. Si esto sucede, es también posible que un número importante de votantes deserten al resto de los candidatos y se realineen en favor de López Obrador y el segundo lugar hasta reducir la diferencia entre ellos.

nullEste es el fenómeno que la comentocracia en México ha llamado “voto útil” y que la ciencia política ha estudiado por más de 60 años desde Duverger (1951). Es importante recordar que las condiciones para que esto suceda son (i) que la diferencia entre el primer y el segundo lugar sea suficientemente pequeña, y (ii) que la diferencia entre el segundo y tercer lugar sea suficientemente grande.

Ninguna de estas dos condiciones se cumplía antes del debate, pero podría darse el caso de que el debate generase una diferencia clara entre Anaya y Meade, y llevara a alguno de ellos a ganar votos suficientes para acercarse a López Obrador. Dicho de otra manera, el debate podría marcar la diferencia entre una elección competida, o la simple crónica de una elección anunciada.

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Curiosamente, en lugar del movimiento táctico obvio entre los segundos lugares – Anaya y Meade en batalla campal hasta destrozar al otro y dejar un indiscutible segundo lugar – las estrategias de todos los candidatos parecieron enfocarse en atacar a todos, sin distinción. López Obrador mantuvo distancia de todos, a pesar de ser objeto también de una parte importante de los ataques. De hecho, el debate fue un tanto gris, lleno de lugares comunes y sin momentos insignia que pudieran catapultar a algún candidato al segundo lugar.

Más allá de lo incidental, veremos los efectos de este debate presidencial en la intención de voto en los siguientes días. Pero solo cuando todas las encuestas estén en la mesa y hayan marcado tendencia. No antes.

También es claro que, si anoche no se definió un segundo lugar claro, va a ser mucho más complicado que esto suceda con el segundo debate presidencial.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Voces

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